Síntomas del Miedo

Síntomas del Miedo Bienvenidos a este espacio de misterio y maravillas, donde la leyenda se entrelaza con la realidad

Síntomas del Miedo

Bienvenidos a "Síntomas del Miedo", tu refugio para explorar las historias más escalofriantes y los fenómenos paranormales que desafían la lógica. En este canal, nos sumergimos en leyendas urbanas, relatos de terror y experiencias sobrenaturales compartidas por nuestra audiencia. Desde apariciones fantasmales hasta encuentros inexplicables, aquí encontrarás un espacio para comp

artir y descubrir lo desconocido.

Únete a nuestra comunidad y participa en discusiones sobre tus propias experiencias y teorías. Juntos, desentrañaremos los misterios que nos rodean y aprenderemos a enfrentar nuestros miedos más profundos. ¡Atrévete a explorar lo inexplicable con nosotros!

27/10/2025

🔥 Durante un ritual dentro de un antiguo temazcal mexicano… una mujer fue poseída por algo que no era humano.
Lo que comenzó como una ceremonia de purificación terminó en una batalla espiritual entre el bien y el mal.
Los testigos aseguran haber escuchado gritos que no pertenecían a este mundo y visto sombras moverse entre el v***r y las piedras ardientes.

💀 El chamán intentó detener la posesión, pero algo oscuro ya había despertado.
Esa noche, la frontera entre lo sagrado y lo ma***to se rompió.

👁‍🗨 Esta historia está basada en hechos reales y pertenece al universo de Síntomas del Miedo | Terror, donde exploramos las leyendas, rituales y casos paranormales más escalofriantes de México.

⚡ Dale play y adéntrate en el temazcal donde el fuego se volvió una puerta al in****no.
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👇 Cuéntanos en los comentarios si tú también crees que algunos rituales abren puertas que jamás deberían abrirse.

🔥 6 Casos de EXORCISMOS y BRUJERÍA Reales en México 🔥😈 Casos demoníacos, rituales prohibidos y testimonios que desafían ...
25/10/2025

🔥 6 Casos de EXORCISMOS y BRUJERÍA Reales en México 🔥
😈 Casos demoníacos, rituales prohibidos y testimonios que desafían la razón.

En este nuevo episodio de Síntomas del Miedo | Terror, conocerás 6 historias REALES donde la oscuridad se manifestó en formas que pocos se atreven a contar:
👁 posesiones documentadas,
🕯 rituales de brujería en pueblos rurales,
💀 maldiciones familiares,
y enfrentamientos con lo que muchos llaman… el mismísimo demonio.

🎧 Escúchalo con audífonos, apaga la luz y prepárate para una experiencia que pondrá a prueba tu fe y tu mente.
👉 Dale play aquí: 6 Casos de EXORCISMOS y BRUJERIA Reales en Mexico | Casos Demoníacos Aterradores
https://youtu.be/xEOzKnKdIBg

💬 Cuéntanos en los comentarios:
¿Crees en los exorcismos o piensas que todo tiene una explicación científica?
Tu opinión podría desatar una nueva historia…

Videos de terror reales: 6 exorcismos y posesiones demoníacas en México. Historias paranormales basadas en testimonios reales con ambientación cinematográfic...

🩸 La Llorona es Real: 7 Relatos de Terror Basados en Hechos Reales en México
20/10/2025

🩸 La Llorona es Real: 7 Relatos de Terror Basados en Hechos Reales en México

Historias reales de La Llorona. Escucha 7 relatos aterradores narrados con sonido cinematográfico, testimonios de testigos en México y leyendas que siguen vivas entre la niebla. 💀 El llanto de la l…

18/10/2025
¡Un saludo especial a mis nuevos fans en ascenso!Sara Sabchez
18/10/2025

¡Un saludo especial a mis nuevos fans en ascenso!

Sara Sabchez

18/10/2025

Hace días que la casa me responde.
Al principio creí que era mi mente,
que los recuerdos sonaban más fuerte porque me negaba a escucharlos.
Pero ahora sé que no.
Las paredes me contestan.

No con voces,
sino con repeticiones exactas de lo que no quiero recordar.

Cada rincón conserva algo que quise olvidar:
la silla donde no me senté,
la puerta que no cerré,
el teléfono que sonó aquella noche y dejé sonar…
porque tenía miedo de escuchar lo que ya sabía.

Dicen que la culpa no mata.
Mienten.
Solo lo hace despacio.
Como una gota que cae en el mismo lugar hasta abrir la herida.

A veces, al despertar, escucho pasos en el pasillo.
Pero no son ajenos.
Son los míos.
De esa noche.
De cuando decidí no abrir la puerta.

Sé lo que encontraría si me atreviera a mirar.
Sé lo que la casa intenta que recuerde.
Y aun así, cada noche, cuando el silencio me asfixia,
me levanto y toco la pared, esperando que deje de temblar.

Pero no lo hace.
Solo me devuelve el eco de mi propia voz,
susurrando una y otra vez:

“Si hubieras abierto, seguiría viva.”

18/10/2025

“Las Brujas del Cerro Quemado”

No suelo hablar de esto. En el ejército hay cosas que se quedan en el campo, cosas que no entran en los reportes ni se mencionan en los informes. Pero a veces los recuerdos pesan demasiado, y lo que vi aquella noche en el Cerro Quemado, en San Luis Potosí, todavía me despierta a medianoche, empapado en sudor, escuchando gritos que ya no son de este mundo.

Era el año 2009. Yo era cabo de infantería y formaba parte de una patrulla enviada a inspeccionar una zona serrana. Habían llegado denuncias de rituales satánicos, de ganado mutilado y desapariciones. Pensábamos que serían narcos o traficantes. Nadie mencionó brujas, al menos no oficialmente.

Salimos seis hombres. Íbamos en una camioneta militar, armados, con equipo de visión nocturna y radios. Recuerdo que el aire olía a lluvia, aunque el cielo estaba despejado. El camino era una vereda de tierra que subía en espiral por el cerro, rodeada de matorrales y árboles secos.

A eso de las nueve de la noche, el motor comenzó a fallar. No había señal de radio. Tuvimos que seguir a pie. El teniente Ramírez, el más veterano, ordenó avanzar en silencio. Decía que en esos lugares “el monte oye más de lo que uno cree”.

Caminamos casi una hora hasta que divisamos humo en la distancia. Nos acercamos sigilosamente y ahí estaban: tres figuras vestidas de negro, alrededor de una fogata. No eran hombres. Sus cuerpos eran delgados, casi esqueléticos, y se movían con una lentitud inquietante. Una de ellas cantaba en una lengua que no conocíamos.

Pensé que eran mujeres mayores, quizá campesinas. Pero cuando Ramírez nos hizo apuntar los rifles, una de ellas giró el rostro hacia nosotros. Tenía la piel ceniza, los ojos completamente blancos, y una sonrisa que no parecía humana.

—¡Alto! —gritó el teniente.

La mujer soltó una carcajada aguda que resonó por todo el cerro. En ese instante, el fuego cambió de color: de naranja a un verde enfermizo que iluminó el claro. Pude ver mejor a las tres figuras. No caminaban… flotaban.

Disparamos. Al menos, intentamos hacerlo. Mis balas se atascaron, y las de los demás no hacían ruido. Era como si el aire se hubiera tragado el sonido. Entonces el humo del fuego se expandió y nos envolvió.

De pronto, ya no estábamos juntos. Estaba solo, en medio del bosque. Podía oír mi respiración, rápida, y algo más… pasos a mi alrededor. Giré en círculos con el arma en alto, pero no vi a nadie.

Hasta que escuché mi nombre.
—Luis… —era la voz de mi madre.

Me quedé helado. Ella había mu**to hacía años.
—Luisito… ven conmigo.

Una sombra emergió entre los árboles: una mujer con el rostro de mi madre, pero con ojos vacíos y una sonrisa torcida. Extendió la mano hacia mí.

Apunté y grité: —¡No te acerques!

La sombra se detuvo. Por un momento pensé que se desvanecía, pero de su boca salió un grito tan fuerte que me hizo sangrar los oídos. Corrí, sin mirar atrás. Tropecé, rodé por una pendiente y caí sobre algo blando. Cuando alumbré con la linterna, descubrí una montaña de huesos humanos, algunos aún con restos de carne pegada.

Vomité. No sabía si era miedo o repulsión. Entre los huesos había placas metálicas… identificaciones militares.

Escuché disparos arriba, luego gritos. Reconocí la voz del soldado Vázquez pidiendo ayuda, pero al llegar al claro no había nadie. Solo la fogata verde, ardiendo sin consumir la leña.

El teniente apareció detrás de mí, con el uniforme rasgado y la mirada perdida.
—¿Dónde están los demás? —pregunté.
—Ellas… se los llevaron —susurró—. Dicen que el cerro tiene hambre.

De pronto, una de las brujas apareció entre los árboles. Caminaba hacia nosotros, flotando, con una especie de manto hecho de piel humana. Su cabello era largo, enredado, y sus dedos, tan largos como cuchillos.

Ramírez abrió fuego. Esta vez las balas sí sonaron, pero atravesaban su cuerpo sin herirla. La bruja rió, un sonido que me heló el alma.

—Los hombres armados siempre creen que pueden matar lo que no entienden —dijo, con una voz que no necesitaba aire para hablar.

Nos rodearon. Tres, cinco… no sé cuántas. Parecían multiplicarse en la neblina. Una de ellas se acercó tanto que pude olerla: una mezcla de sangre, humo y flores podridas. Me tocó la frente con un dedo frío y sentí que todo giraba.

Desperté al amanecer. Estaba tirado en el suelo, con la boca llena de tierra. El fuego ya no estaba, ni mis compañeros. Solo quedaba Ramírez, vivo, pero en shock. Repetía una y otra vez: “No las veas, no las veas…”

La camioneta apareció milagrosamente a pocos metros, intacta. Subimos y bajamos del cerro sin hablar. Al llegar al cuartel, reportamos un enfrentamiento con “gente armada”. Nadie nos creyó. Cuando volvimos días después, con refuerzos, no había rastro de nada. Ni fogata, ni huesos, ni brujas.

Solo encontramos una placa oxidada enterrada en la tierra. Era del soldado Vázquez.

Ramírez nunca volvió a ser el mismo. Lo transfirieron a la capital, y a los tres meses se quitó la vida. En su nota, escribió una sola frase:
“Ellas no eran de este mundo.”

Yo sigo en servicio, pero cada vez que pasamos por una zona montañosa y la neblina cae, juro que escucho sus risas. Y a veces, cuando miro por la mira de mi rifle en la oscuridad, creo ver figuras flotando entre los árboles… esperándonos.

Porque si algo aprendí esa noche es que los cerros guardan secretos que ni el ejército puede vencer.

Y las brujas del Cerro Quemado aún están ahí, esperando a los que se atrevan a entrar sin permiso.

18/10/2025

Relatos de terror reales, La Llorona, leyendas mexicanas, apariciones paranormales, historias de miedo basadas en hechos reales. 💀

Episodio completo en la plataforma de videos

7 HISTORIAS DE TERROS REALES DE ENCUENTROS CON LA LLORONA
https://youtu.be/VnazHcSoLpI

La Llorona es más que una leyenda… es un lamento que todavía se escucha en las madrugadas junto a los ríos y caminos solitarios de México. 🌫️ En este episodio de Síntomas del Miedo | Terror, escucharás un relato estremecedor sobre una mujer que perdió a sus hijos y cuyo llanto sigue atormentando a quienes lo escuchan.

Esta historia paranormal está basada en hechos reales, contada con detalle para que revivas el miedo como si estuvieras ahí. 😨 Muchos aseguran haberla visto, una figura blanca, flotando, con el rostro cubierto por un velo, gritando “¡Ay, mis hijos!” mientras el aire se vuelve helado.

💀 En este relato descubrirás:
1️⃣ El origen ma***to detrás del espíritu de La Llorona.
2️⃣ Testimonios de quienes aseguran haberla escuchado en la ribera de un río.
3️⃣ Por qué su aparición suele ser presagio de tragedia o muerte.

🎧 Escucha este relato de noche… con las luces apagadas… y decide si tú también oyes su lamento.

📣 Comenta abajo si en tu ciudad también se habla de La Llorona o si alguna vez escuchaste su grito. Tu historia puede aparecer en el próximo episodio de Síntomas del Miedo.

👇 Escucha más episodios del podcast oficial:
🔗 Spotify: https://open.spotify.com/show/23b5ImQJPYdFYBD2GEB3Zy
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18/10/2025

👁‍🗨 Muchos aseguran haber escuchado su llanto… pero pocos sobrevivieron para contarlo.
Dicen que si escuchas su grito cerca, estás a salvo…
pero si lo oyes lejos… ya es demasiado tarde. 💀

🎧 Esta noche revive las historias más escalofriantes de La Llorona, desde los pueblos antiguos hasta las calles modernas de México.
Cada relato está basado en testimonios reales, enviados por oyentes que aseguran haberla visto.

🔊 Ponte tus audífonos, apaga las luces y entra a la oscuridad con nosotros.
👉 MIRA el episodio completo aquí:

7 HISTORIAS DE TERROS REALES DE TESTIMONIOS Y ENCUENTROS CON LA LLORONA
https://youtu.be/VnazHcSoLpI



💭 Pregunta para ti:
¿En tu pueblo o ciudad se ha escuchado el llanto de una mujer por las noches?
Cuéntalo en los comentarios… quizá en el próximo episodio escuchemos tu historia. 👻


Relatos de terror de traileros
12/10/2025

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Prepárate para entrar en lo más oscuro del canal Síntomas del Miedo con esta colección de los historias de terror más escalofriantes jamás contados. Aquí enc...

09/10/2025

“La muñeca que no quería estar sola”

No soy de creer en cosas paranormales, o al menos no lo era hasta que recibí aquella muñeca.
Fue un regalo aparentemente inofensivo, de esos que uno agradece por cortesía sin pensar demasiado.
La historia empezó el día en que mi tía abuela Celia murió.

Celia había sido una mujer solitaria, de esas que viven rodeadas de antigüedades y supersticiones.
Vivía en una casona vieja, con pisos de madera y olor a alcanfor, en las afueras de San Rafael, Mendoza.
Cuando murió, mis primos y yo fuimos a ayudar a vaciar la casa.
Entre todos los objetos que tenía —crucifijos, relojes antiguos, libros en latín—, había una vitrina llena de muñecas de porcelana.

Eran decenas.
Algunas tenían el cabello rubio, otras oscuro, y todas me resultaban perturbadoras.
Pero una, en particular, me llamó la atención.
Era más grande que las demás, de rostro pálido y ojos grises.
Vestía un pequeño vestido blanco, ya amarillento por el tiempo, y en su cuello tenía un lazo rojo.
Parecía estar observándome.

Mi prima Verónica me dijo:
—Esa era la favorita de la tía. Decía que no se podía tirar ni regalar porque “ella sabía demasiado”.

Lo dijo entre risas, pero a mí no me causó gracia.
Cuando se acercó para tocarla, el cristal de la vitrina se agrietó solo, como si alguien desde adentro hubiera golpeado el vidrio.
Todos quedamos en silencio.
—Debe ser por el cambio de temperatura —dijo mi primo Martín, aunque la casa estaba helada desde hacía horas.



Al final del día, me llevé la muñeca sin saber muy bien por qué.
Quizás porque me daba pena dejarla ahí.
O tal vez porque, de alguna forma, sentí que me elegía.

La coloqué en una repisa del living, justo frente al sofá.
Durante los primeros días, no pasó nada.
Pero pronto empecé a notar cosas pequeñas: el vestido que amanecía fuera de lugar, el lazo rojo que se desataba, y una sensación constante de que alguien me observaba cuando pasaba por la sala.

Una noche, mientras veía televisión, escuché un golpecito rítmico, como si algo estuviera tocando madera con los nudillos.
Apagué el volumen y seguí el sonido.
Venía del living.
Y cuando llegué, la muñeca estaba en el suelo, con la cabeza ladeada hacia la puerta, como si me hubiera estado esperando.

Pensé que quizás se había caído, pero la repisa era alta y estable.
No había cómo.
La volví a colocar en su lugar y traté de olvidarlo.



Unos días después, vino a visitarme Laura, una amiga.
Apenas entró, notó la muñeca.
—Qué linda, parece antigua —dijo, acercándose para verla.

Cuando la tocó, se escuchó un crujido, y la lámpara del techo comenzó a parpadear.
Laura se apartó de golpe.
—¿Qué fue eso? —preguntó.
—Debe ser el cableado viejo —respondí, intentando reír.

Pero en ese momento, el televisor se encendió solo.
Pantalla negra, sin señal.
En el centro, una figura estática.
Pequeña.
Sentada.
Como la muñeca.



Esa noche tuve un sueño horrible.
Estaba en el living, y la muñeca me miraba desde la repisa.
Pero de pronto parpadeaba.
Y sonreía.
Me decía algo, aunque no podía oír las palabras, solo un murmullo agudo que me taladraba los oídos.
Cuando desperté, tenía el corazón acelerado y el cuerpo empapado de sudor.
Y lo peor: la muñeca ya no estaba donde la había dejado.

La encontré en mi habitación, sentada sobre la cómoda, frente a mi cama.
No recuerdo haberla movido.
Esa fue la primera vez que sentí verdadero miedo.



Al día siguiente, intenté deshacerme de ella.
La metí en una caja y la llevé al contenedor de basura del edificio.
Cuando regresé al departamento, respiré aliviado.
Pero a las tres de la mañana, un ruido me despertó.
Era el sonido de algo golpeando suavemente la puerta.
Un golpe…
Otro…
Y otro más.

Fui hasta la entrada, con el corazón latiéndome en los oídos.
Miré por la mirilla.
Nada.
Cuando abrí, había algo en el suelo:
la caja.

Y dentro, la muñeca.
El lazo rojo ahora estaba manchado, y su vestido tenía una rasgadura en el pecho, como si alguien lo hubiera cortado con una navaja.
En su mano, sostenía un pedazo de papel.
Decía:
“No me dejes sola.”



No dormí esa noche.
Al amanecer, la llevé al terreno baldío detrás del edificio y la enterré.
Volví agotado, pero tranquilo.
Hasta que encendí la cafetera y noté que el lazo rojo estaba en la mesa, doblado prolijamente.
No había nadie más en el departamento.
A partir de ese momento, empecé a escuchar risas suaves, apenas audibles, que venían desde la cocina o el baño.
Risas de niña.
Y cada noche, la temperatura bajaba solo en el living.
Siempre en el living.



Una tarde, desesperado, fui a ver a un sacerdote que conocía.
Le conté todo.
No se rió.
Solo me preguntó cómo había conseguido la muñeca.
Cuando mencioné el nombre de mi tía abuela Celia, palideció.
—Tu tía fue excomulgada hace años —dijo—. Practicaba rituales espiritistas y decía que había atrapado un alma en un objeto.
—¿Un alma? ¿De quién? —pregunté.
El cura bajó la mirada.
—De su hija. Murió a los siete años. Celia intentó mantenerla “viva” dentro de algo.

Sentí que me faltaba el aire.
—¿Entonces esa muñeca…?
—No la trates como un objeto —me interrumpió—. Es una presencia. Y ahora te reconoce como su dueño.

Le pedí que fuera a mi casa.
Aceptó.
Llevó agua bendita y un crucifijo.
Al llegar, el ambiente era sofocante, el aire pesado, casi imposible de respirar.
Apenas entró, el cura dijo:
—No estás solo.

Las luces se apagaron.
De algún rincón del living se escuchó el sonido de porcelana quebrándose.
Y luego una voz infantil, susurrante:
“No me dejes otra vez…”



El sacerdote comenzó a rezar en voz alta, pero algo lo interrumpió:
la muñeca, que estaba ahora de pie, sobre la repisa.
Sus ojos ya no eran grises.
Eran completamente negros.

El cura roció agua bendita, y el vidrio de las ventanas estalló.
Yo caí al suelo, cubriéndome la cabeza, mientras las luces parpadeaban y el aire se llenaba de ese olor a azufre y flores muertas.

Cuando abrí los ojos, el sacerdote estaba en el suelo, inconsciente.
La muñeca se había partido a la mitad.
El lazo rojo estaba ardiendo, sin fuego visible, consumiéndose solo.



Desde ese día, no volví a verla.
El cura sobrevivió, pero nunca quiso hablar del tema.
Me dijo que, si algún día volvía a escuchar esa voz, debía rezar y no responder.
No mirar.
No tocar.

Pero a veces, por las noches, siento que alguien se sienta al borde de mi cama.
El colchón se hunde suavemente.
Y una voz infantil, apenas un suspiro, me dice:

“¿Por qué me dejaste sola otra vez?”

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