11/10/2025
EL SILENCIO ¿PUEDE SER TAMBIÉN UNA FORMA DE VIOLENCIA?
Por: Elena Ortiz Muñiz
Agosto 2021
Miles Davis dijo que “el silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte de los ruidos” y también puede ser un tormento muy eficiente cuando llega de manera inesperada a instalarse en medio de una relación que parecía hasta entonces “mágica”. Y es que cuando el silencio llega así, inesperado, revestido de tortura, es como la caída de los copos de nieve que cubren el verde del campo congelando la vida que queda debajo.
Hay relaciones que terminan sin terminar. Sin palabras de por medio, sin explicaciones, sin esa oportunidad de ver los ojos del otro por última vez, de un abrazo de despedida, o por lo menos una frase de desahogo que, aunque pueda ser injusta por nacer en un momento de impotencia y enojo, por lo menos le da algo de tranquilidad al corazón, y al final de cuentas es una forma de decir adiós.
Lo que antes se conocía como “salió a comprar ci****os y no regresó” hoy se hace a través del bloqueo en las redes sociales, porque ahora las relaciones se manejan en ese ámbito, y así, simplemente, con un click de por medio se logra desaparecer…dejar de ser. Es una manera eficiente de borrarse del mapa literalmente sin que exista esa oportunidad que todos merecemos cuando una historia termina: decir adiós.
Hacerlo así, calladamente, de pronto, y sin una explicación de por medio, es condenar a la otra persona a la mutilación, porque la incertidumbre, la duda, el no saber qué pasó y por qué pasó ocasiona un dolor sincero creando un vacío existencial. Sentirse mutilado del otro, es la misma tortura que vivir con la sombra de un espectro. Se sabe que está ahí, que existe, que puede aparecer en cualquier momento, tal vez al doblar la esquina, o quedar frente a él una tarde al salir de un café.
Entonces se va por la vida escudriñando rostros, prestando atención a las voces, a los pasos que se cruzan con los propios al pasar la avenida; unas veces rogando con el pensamiento que aparezca, otras temiéndolo, pero siempre en espera de ese encuentro que por lo menos dé esa oportunidad de volverle a ver, y saber. O, como en el caso del testimonio de la persona que envió el mensaje después de mi artículo anterior, para dejar suspendido en el aire un simple: “sé feliz, por fa” antes de volver a desaparecer.
¿Es el silencio una forma de violencia también? Creo que, en casos como éste, sí. Todo aquello que nulifique nuestra voz, que nos margine, que nos limite, que nos impida hablar y darnos la oportunidad de aceptar o al menos intentar luchar por lo que queremos y por quien queremos, sin duda, es un tipo de violencia.
Bloquear sin dar explicaciones al otro en redes sociales es de lo más sencillo. Y sin embargo, esa ausencia que tal vez para quien bloquea puede ser una salida fácil para no afrontar lo que no desea, en el otro puede dejar una herida muy profunda.
Porque a la tristeza de descubrir que simplemente fue eliminada y limitada sin explicaciones, sigue la culpa, las dudas, el auto castigo al preguntarse ¿en qué fallé para que esto sucediera? ¿Qué fue lo que hice mal? ¿Por qué desapareció repentinamente? Y claro, ese término sin despedida duele, como duele siempre aquello que queda inconcluso.
Lo ideal, siempre, es cerrar sanamente las relaciones, es darle la oportunidad al otro de saber que ya no estaremos, que ya no seremos, que aquel “nosotros” ya no existirá pero que si se diera, por azares del destino un encuentro, se podrán ver uno al otro de frente, quizá ya sin rencores, con las heridas cerradas y sin cicatrices. Cuando una relación termina, por la razón que sea, si en uno de los dos ya no existen motivos para luchar por salvar lo que se tiene, es necesario decirlo, escribirlo, hacerle llegar al otro el por qué –por muy duro que sea-. Hay mil maneras distintas de asesinar al amor, y en este caso desaparecer y bloquear es una de las más efectivas y también crueles. No tendría que ser así, pero, lo es.
Sabemos que no todos los amores son eternos, de hecho, muy pocos lo son y eso no nos sucede a todos. Las relaciones, por lo general, tienen siempre un principio y un final. Algunas son más profundas que otras, pero todas sacuden algo por dentro, todas dejan algo en uno.
No estamos acostumbrados a ver lo que tenemos y agradecerlo. Solemos simplemente ir hacia adelante, sin valorar. Y por eso es fácil solo romper y salir del camino. Tal vez falta sensibilidad para percibir lo grandioso de esa relación a la que le estamos dando la espalda-porque todos los encuentros dejan algo, así sea la enseñanza de lo que no debemos repetir-quizá no hemos aprendido que amar es también ponerse en el lugar del otro y tratar de entender lo que sentirá como consecuencia de nuestros actos y palabras.
Como quiera que sea, así hayas sido tú quien se marchó en silencio y de la nada, o quien se quedó con mil preguntas y mutilado lo importante es que, tarde o temprano, cuando el enojo, la frustración, la sed de venganza o la indolencia pase, miremos un poco dentro de nosotros y otro poco atrás, al camino recorrido en conjunto, y nos demos la oportunidad de aquilatar los buenos momentos, lo vivido, aquellas pequeñas cosas que serán un eco eterno en nosotros, y si ya no es posible decirlo de frente, lanzar al viento un sincero: ¡Gracias! Y soltar para seguir viviendo.
¿Te ha sucedido alguna vez algo igual o parecido? ¿Has sido tú quien ha bloqueado a otros sin explicaciones? Cuéntanos tu historia, derriba ese no me escribas más por escríbelo todo y sostengámonos unos a otros con palabras, prestándonos atención.
*Elena Ortiz Muñiz es Licenciada en Ciencias de la Comunicación, escritora y fundadora de "Alas para niños y jóvenes escritores".