
16/05/2025
🎨 Blanco, azul… y bohemia.
A orillas del Mediterráneo, muy cerca de las ruinas de Cartago, se esconde uno de los rincones más encantadores de Túnez: Sidi bou Said. Este pueblo parece pintado con la misma paleta que inspiró a Rodolphe d’Erlanger y a los artistas que lo siguieron. Desde 1915, sus puertas, celosías y ventanas repiten obstinadamente esos dos tonos frescos y luminosos que lo volvieron inconfundible.
Más que un lugar, es un estado de ánimo: entre cafés con vistas, callejuelas empinadas y vendedores de artesanía, el tiempo parece detenerse. Y si uno se queda más allá del paso apresurado del turista, descubre que lo mejor de Sidi bou Said está en lo que no se ve a primera vista.