01/08/2025
Una mesa puede estar llena y aun así sentirse vacía… porque no siempre quienes se sientan en ella ocupan el lugar que les corresponde en el alma.
En psicoterapia decimos que cuando los vínculos se distorsionan, el amor deja de fluir: los hermanos compiten en vez de sostenerse, los padres juzgan en vez de guiar, los hijos cargan dolores que no les pertenecen.
Por eso duele tanto… porque no solo hay chismes, críticas o intereses: hay un desorden profundo. Un hijo convertido en padre de sus propios padres, un hermano que no suelta viejas heridas, una madre que, en lugar de mirar con amor, compara o controla. Y cuando alguien decide no repetir la historia, cuando dice “hasta aquí”, se vuelve el “ingrato” o “el soberbio”, pero en realidad es el que intenta liberar el peso que lleva generaciones oprimiendo.
Poner distancia no es odio. Es reconocer que el amor solo puede sanar cuando cada uno toma su lugar: los padres como padres, los hijos como hijos, los hermanos como iguales. A veces, elegir sentarte en otra mesa, incluso si es en soledad, es el primer paso para que el amor verdadero encuentre espacio para crecer.
No olvides: la sangre une cuerpos, pero el orden y el respeto unen almas. Y cuando no hay orden, la distancia puede ser el mayor acto de amor hacia ti mismo y hacia tu sistema familiar.