13/10/2025
La corriente está arrastrando hasta al gobierno…
Crónica de una inundación que está haciendo historia
- Por: Heber Azamar
Era jueves 9 de octubre por la noche cuando los cielos se abatieron sobre el norte de Veracruz. Lluvias persistentes, insistentes, que al principio algunos atribuyeron a una tormenta más del sur, pocas advertencias especializadas decían gran cosa. Pero para la madrugada del viernes, el río Cazones empezó a rugir bajo la ciudad, como un monstruo acumulando fuerza.
Cruzar un pronóstico oficial fue difícil, no apareció una alerta clara que dijera “Poza Rica está en peligro extremo”. Las voces locales (vecinos del río, del valle, de las márgenes bajas) sabían que algo estaba mal, que el cauce temblaba, que la ciudad no estaba preparada. Pero esas alertas no fueron escuchadas en los niveles altos de poder.
- Viernes, horas de espanto
Al amanecer, los habitantes se dieron cuenta de que no era una lluvia más. Las primeras crecidas del Cazones estallaron, se desbordaron, inundaron colonias marginales cerca del cauce. Las aguas rompieron muros, se colaron en casas como animales invadiendo su territorio. Se vieron autos arrastrados, muebles flotando en las calles, niños y ancianos buscando refugio en techos o en lo alto de camas, implorando ayuda.
Las instituciones llegaron con retraso. Guardia Nacional, Marina, Ejército, Protección Civil, todos listos para ayudar, pero muchos no estaban en los lugares clave cuando se les necesitaba. En muchas colonias la gente empezó el rescate por su cuenta con cuerdas, llantas infladas, tablas. Vecinos rescataban vecinos, porque el Estado aún no llegaba.
- Un recuento doloroso
Con el paso de las horas, en los medios nacionales empezó a correrse la cifra de mu***os. Hoy se habla de al menos 41 fallecidos en varios estados por inundaciones y deslaves, de los cuales 15 en Veracruz.
En el municipio más golpeado, Poza Rica, los daños estructurales son abrumadores, más de 16 mil viviendas afectadas, decenas de comunidades aisladas, vías destruidas.
Las autoridades estatales confirmaron 5 fallecimientos oficiales en Veracruz en los primeros comunicados, mientras que ciudadanos denunciaban al menos diez más en colonias inundadas.
Las lluvias que, en apenas unos días, superaron los 540 mm en algunas zonas de Veracruz, y el nivel del río Cazones escaló hasta 8.5 metros, cuatro metros por encima de lo habitual.
- El gobierno rebasado
Este desastre produjo una reacción tardía en los niveles oficiales. Aun cuando se activaron planes como el DN-III-E y se desplegaron fuerzas federales, la coordinación fue torpe y la presencia en los puntos críticos llegó a cuentagotas.
Los vecinos reportan que muchas de las colonias más golpeadas no recibieron apoyo cuando más lo necesitaban; que las brigadas no penetraron hasta allí, o lo hicieron tarde. En su lugar, familias cargaban lo que podían, empezaban a barrer escombros, limpiaban barro bajo el sol, intentando amanecer sin que nada les quedara.
La gobernadora Rocío Nahle minimizó el desbordamiento al principio, incluso calificó que el río “se había salido un poco” (“ligeramente”). Esa frase fue tomada como una muestra de insensibilidad.
Hoy que llegó la presidenta Sheinbaum a Poza Rica, fue abucheada por damnificados que le exigían ayuda visible, explicaciones. La indignación social ganó la calle. El gobierno reaccionó comunicando que “no ocultaría nada” y prometiendo auxilios, pero muchos ya no confían.
- Gente deshecha, esperanza contenida
Hubo quienes se quedaron con nada, casas partidas por corrientes, muebles destruidos, y un gran etcétera. En la colonia 27 de Septiembre, en una fotografía, los hogares rezuman lodo negro que huele a petróleo, crónica de un río enfurecido cargando residuos industriales.
Vecinos que llevan décadas viviendo junto al arroyo del Cazones dicen no recordar inundación tan grave como ésta. Ni siquiera la de 1999 tuvo esa magnitud.
Hay enojo profundo: “Nos dejaron solos”, dicen algunos. “Nos avisaron demasiado tarde”, dicen otros. “Al gobierno le pesó más el discurso que la acción”.
Pero también hay resistencia, agrupaciones locales organizan cadenas de ayuda, entregan agua, alimentos, cobijas. Un albergue improvisado recoge vecinos que lo perdieron todo. Una comunidad que decide que no será víctima silente.
La corriente no arrastra solo autos ni casas, está arrastrando la legitimidad del poder. Este desastre no fue simplemente “una tormenta intensa” que tocó Poza Rica. Fue la exposición brutal de que no hubo preparación ni reacción digna ante lo inevitable.
Cuando un río se sale, pasa lo que se ve. Cuando un gobierno no ve a su gente cuando se le necesita, lo que se pierde son más que vidas, casas y enseres domésticos, son las promesas incumplidas.
En Poza Rica y Álamo lo que vemos es un pueblo exhausto que está haciendo lo que el gobierno no… rescatarse a sí mismo.
El trabajo apenas empieza.
Fotos: Tomadas de redes sociales (crédito a quien corresponda).