09/07/2025
PEREGRINACIÓN BASÍLICA DE GUADALUPE
EN MARÍA HAY ESPERANZA. ¡VAMOS, HERMANOS!
Estamos llegando a esta Basílica de Nuestra Madre, María de Guadalupe, como Peregrinos de Esperanza en este Año Jubilar 2025. Sabemos que la Virgen María nos acompaña en nuestro caminar y nos recibe en su casa con los brazos abiertos.
Sentimos el gozo y la paz, frutos de entrar en la presencia del Señor y de constatar que
somos su pueblo amado, y llenos de esperanza agradecemos a Dios su bendición al
llamarnos a ser su familia santa.
El Señor mismo les dará una señal. Y esta señal es la Virgen que concibe al Hijo de Dios, Emmanuel, que permanece en medio de nosotros. Esta señal ha alimentado
nuestra confianza a lo largo de nuestra historia y el fruto del vientre de María es nuestra Esperanza. En Jesús tenemos la prueba más grande del amor de nuestro Padre y en Él podemos superar las pruebas de nuestra caminar en el mundo.
Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo… a fin de hacernos hijos suyos. Esta señal llega en la plenitud de los tiempos, en el momento propicio de nuestra vida, para que no dudemos de la providencia divina y crezcamos en fidelidad y entrega en nuestra condición de hijos de Dios. Es tarea nuestra reflejar con gozo
espiritual y esperanza cierta que Dios es nuestro Abbá, que en nuestro corazón el
Espíritu nos ayuda a invocar confiada y valientemente a nuestro Padre, a semejanza
de su Hijo Jesucristo. Nuestra condición de hijos amados de Dios es nuestro orgullo y
seguridad ante los desafíos del mundo y la crueldad del mal que nos acecha para
hacernos desistir.
Ten piedad de nosotros y bendícenos. Hoy le presentamos a Dios, por medio de
María, esta súplica comunitaria ante las situaciones difíciles que afrontamos en
nuestra realidad personal, familiar y comunitaria. Vuelve, Señor, tus ojos a nosotros,
pues los retos que afrontamos parecen superarnos, y deseamos reconocer tu bondad
y tu fuerza salvadora que nos anima y entusiasma para ser en el mundo tu pueblo /
familia que peregrina con esperanza y se compromete en la edificación de tu Reino.
Con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones, Señor Jesús, y confiamos en que la justicia y el derecho que proceden de Ti triunfarán en el mundo y en el corazón de tu pueblo.
Nuestra esperanza está puesta en Ti, y no seremos defraudados, y quienes ahora practican la injusticia y rigen el destino de los pueblos se darán cuenta que Tú eres el Rey de Justicia y de Paz, el Emmanuel, Dios providente y compasivo que toca las conciencia de los príncipes de este mundo y los convierte. Que
tu Palabra nos ilumine para descubrir los caminos de justicia y de paz que podemos
diseñar y construir en nuestro mundo.
A los pies de María de Guadalupe, deseamos la intercesión de nuestra Buena
Madre de la Esperanza. Hoy escuchamos nuevamente su invitación a confiar: ¿No
estoy yo aquí, que soy tu madre?… ¿No estás por Ventura en mi regazo? Estás palabras
han alimentado nuestra esperanza a lo largo de nuestra historia, y bajo su amparo e
intercesión, estas palabras nos siguen impulsando a ser un pueblo y familia de Dios
que no se da por vencido.
En María hay esperanza, no simple optimismo iluso, sino testimonio de
confianza que impulsa a salir de sí mismo, con generosa prontitud, para ayudar al
hermano y constatar en el prójimo las bendiciones de Dios.
En María hay esperanza porque es la mujer que glorifica al Señor y su espíritu
se llena de júbilo en Dios, pues se sabe amada y bendecida por Él, y esta experiencia la
comparte con humildad y servicio al prójimo.
¡Vamos, hermanos!, no seamos indiferentes ni apocados de espíritu, vayamos
al encuentro de las personas y las realidades que nos piden ayuda, de aquellos que
están perdiendo la esperanza porque no se han dado cuenta de las señales de
bendición de Dios en su vida y tienen la tentación de darse por vencidos.
¡Vamos, hermanos!, seamos dichosos con María por haber creído en las promesas de Dios y seamos personas de paz y esperanza que colaboran en los proyectos de salvación que el Señor nos invita a realizar en nuestra comunidad diocesana para bendición de todas las personas que la componen.
En María hay esperanza. ¡Vamos, hermanos! Seamos semilla fecunda del Reino
de Dios en nuestro país, para avanzar en la justicia y la paz que necesitamos. Seamos
luz del mundo que ilumine las realidades oscuras y sal de la tierra que dé sabor
cristiano a nuestro entorno. Seamos digna familia de Dios, con una identidad cristiana
alegre y pacífica, edificando lazos de hermandad en Cristo que animen nuestras
comunidades.
Que Nuestro Padre Dios nos siga bendiciendo, su Hijo Jesucristo nos enseñe a
ser mejores personas al servicio de los demás, y que el Santo Espíritu nos impulse con
su amor a vivir en congruencia y generosidad al servicio del Evangelio.
Monseñor Hilario González García
Obispo de la Diócesis de Saltillo