04/09/2025
"Zonas (y personas) de sacrificio"
Apunte del sociólogo gradista.
04/09/2025
Amanecimos con otra noticia que duele. En Zuazua, la Fiscalía especializada en feminicidios confirmó la muerte de Danna, una niña de apenas 4 años, víctima de golpes en cráneo, tórax y abdomen. La necropsia reveló lo que ya se sospechaba: maltrato infantil brutal. La madre y el padrastro están detenidos, pero la realidad es que mañana, a nadie le va a importar.
Ese mismo día, en García, las autoridades catearon varias casas y arrestaron a tres hombres y dos mujeres vinculados al feminicidio de Valentina, una joven de 20 años asesinada en junio. Su cuerpo fue hallado a unos metros de donde ahora se hacen los operativos. Además, en Pesquería, otra mujer fue ejecutada frente a su amiga dentro de una casa. Una tras otra, las noticias golpean y parecen encadenarse en un mismo mapa, Zuazua, García, Pesquería… lugares distintos pero atravesados por la misma violencia.
No es casualidad que estas tragedias se acumulen en lo que podríamos llamar zonas de sacrificio: municipios periféricos, marginados, con pocos servicios, con brechas enormes de desigualdad y con la presencia cada vez más normalizada de grupos delictivos. En estos lugares, la política pública llega tarde, mal y a veces nunca. Y cuando llega, suele ser en forma de patrullas, cateos o detenciones que funcionan como mero trámite o performance, pero no como soluciones.
Quienes terminan pagando aún más caro esta violencia son las mujeres. Porque ser mujer en estos territorios no es solo cargar con la desigualdad de siempre (menor acceso a salud, educación, oportunidades), sino también con el riesgo permanente de ser violentada dentro y fuera de la casa. El caso de Danna refleja la violencia doméstica, el de Valentina, la violencia feminicida en el espacio público, y el de Pesquería, la violencia armada que no respeta muros ni intimidad. Distintos rostros de una misma violencia.
El discurso oficial habla de “acciones coordinadas”, de “investigaciones con perspectiva de género”, de “no dejar impunes los feminicidios”. Y sí, eso tiene que hacerse. Pero mientras no se atienda la raíz, que son la pobreza, la falta de redes comunitarias, la impunidad estructural o el abandono institucional, estas zonas seguirán siendo territorios donde la vida de las mujeres parece valer menos.
En estos municipios periféricos de Nuevo León, ser mujer implica vivir en alerta constante. Y ese costo lo pagan todos los días con miedo, con silencio o, en el peor de los casos, con la vida.