21/10/2025
La maquinaria de Monterrey: cuando una tuerca se atora en el motor.
Hoy les hablo desde el corazón de nuestra ciudad y desde el pulso de una comunidad que sabe que Monterrey funciona como una empresa.
Aquí, cada uno de nosotros es una pieza que cumple su rol. Y cuando una pieza se atora, el resto tiene que moverse distinto para que la máquina no se detenga.
Monterrey produce, crea, avanza. Y lo hace porque sus habitantes —los regiomontanos— entendemos que somos más que individuos: somos colaboradores de un mismo sistema, una ciudad-empresa que exige compromiso, cooperación y orden.
Hace poco circuló un video del incidente en el Vagón Rosa del Metrorrey. Una joven accionó la palanca de emergencia al ver que el vagón había sido ocupado por hombres después del partido de los Rayados. Lo que ella no sabía es que, cuando hay eventos masivos como juegos o conciertos, el Metrorrey habilita todos los vagones como mixtos para evitar el colapso del servicio.
La joven creyó que actuaba en defensa de una causa, pero en ese momento interrumpió algo más grande: el flujo de miles de personas que intentaban regresar a casa. Y ahí es donde entra la metáfora.
En Monterrey, cuando un engranaje se frena, el resto de la maquinaria tiene que ajustarse.
Los que estaban detrás tuvieron que esperar. Los que estaban dentro tuvieron que empujar.
Y todos los demás —los que solo querían llegar— tuvieron que adaptarse, moverse distinto, reorganizarse para que el sistema siguiera su marcha.
Eso somos los regiomontanos: un conjunto de piezas que aprendimos a ajustarnos cuando algo se atora.
Cuando el tráfico colapsa, encontramos otra ruta.
Cuando se corta la luz, sacamos el generador.
Cuando alguien activa el freno, empujamos entre todos para que el tren vuelva a andar.
Aquí valoramos la disciplina, la cooperación y la responsabilidad. No se trata solo de trabajar duro, sino de entender que cada uno tiene un rol, un turno, una función que hace posible el movimiento de todos.
Y cuando alguien, por desconocimiento o terquedad, se sale de esa sincronía, los demás tenemos que reajustarnos.
Esa es la grandeza y el peso de vivir en Monterrey: aquí no puedes pensar solo en ti, porque si tú te detienes, obligas a todos a hacerlo.
No estoy diciendo que no haya espacio para disentir o mejorar el sistema. Claro que lo hay.
Pero una cosa es querer cambiar las reglas, y otra muy distinta es tirar del freno creyendo que el mundo gira alrededor de uno.
La joven pensó: “Estos hombres no deberían estar aquí”. Pero la realidad era otra: el sistema ya había cambiado por una causa mayor —mantener en marcha la maquinaria ante el flujo masivo de personas.
Y aunque su intención pudo ser legítima, su acción generó caos.
La máquina tuvo que reajustarse para compensar el error de una sola pieza.
Por eso, este incidente no solo es una anécdota: es una lección.
Nos recuerda que Monterrey es una gran empresa que no puede detenerse.
Y que cuando uno se sale del ritmo, todos los demás tenemos que ajustar el paso, sincronizarnos de nuevo, mantener la producción en marcha.
Así que la próxima vez que algo no te guste, que sientas que el sistema va en contra tuya, piensa en esto:
¿Voy a detener la máquina… o voy a ser parte del engranaje que la mantiene viva?
Porque Monterrey no se detiene. Monterrey se ajusta, se levanta y sigue girando.
Y eso, más que un lema, es nuestra forma de vivir.
Javier G Velez
Velez Mty