17/04/2025
Hubo un tiempo en que tener una videocasetera no solo era sinónimo de modernidad, era casi un símbolo de estatus. Y no hablamos de cualquier VCR… sino de los modelos Sharp y Toshiba, aquellos gloriosos de 4 cabezas que prometían una imagen nítida hasta cuando pausabas la película para ver si ese monstruo tenía máscara o era maquillaje.
Con precios que hoy equivaldrían a 600-800 dólares, sí, era una inversión seria. Pero lo valía. Porque no solo comprabas un aparato, comprabas una experiencia: rebobinar pacientemente la cinta antes de devolverla a la tienda, elegir con pinzas la película perfecta para el fin de semana, y escuchar ese glorioso sonido estéreo en una tele cuadrada que pesaba más que tu refrigerador.
Y ahí está la magia: no era solo ver una película, era todo el ritual. Hoy hacemos clic… y ya. Antes, vivíamos cada segundo.