14/08/2025
HÉCATE
DIOSA GRIEGA
También conocida como
Hekate
Tal vez, más que ninguna otra mujer, Hécate marcó el patrón de lo que es una bruja.
Solía vestir túnicas oscuras y vaporosas y vagaba por los cementerios a la luz de la luna, acompañada de una jauría de perros salvajes.
Su siniestro arquetipo ha fascinado a grandes
artistas a lo largo de los siglos.
El aspecto distintivo de Hécate aún atrae a los amantes de lo oscuro. Hoy en día, lo más probable es que encontremos su nombre publicado junto a la etiqueta de «bruja» en las redes sociales. Sin embargo, basta con profundizar un poco para descubrir que era mucho más. Hécate era conocida como una mujer compasiva e inteligente, dedicada a apoyar a las de su género en los momentos vitales de mayor vulnerabilidad; además, defendía a aquellos que vivían al margen de la sociedad.
Se cree que el mito de Hécate nace fuera de Grecia; quizás en Tracia, Anatolia o incluso Egipto, donde pudo tener sus orígenes en Heket, la diosa egipcia de la fertilidad de cabeza de rana. Su historia llegó hasta los griegos, tal vez a través de los sumerios e israelitas, que añadieron al personaje algunos de los atributos de Lilith -uno de sus principales demonios tales como la confianza en sí misma y la pasión por la noche.- Hacia el 700 a. n. e., ya había sido absorbida por el mito griego y descrita en la Teogonía de Hesíodo como una «diosa gloriosa» que proporcionaba abundantes capturas a los pescadores; cuidadora de todos los seres vivos, aumentaba la fertilidad y concedía victorias a sus ejércitos favoritos.
Hécate ocupó un lugar en el Panteón griego de los titanes. Deidades que,
con el tiempo, fueron derrotadas por los dioses del Olimpo de Zeus en una épica batalla que determinó quiénes gobernarían el universo. Hécate ayudó a los dioses olímpicos durante la guerra y así logró convertirse en una diosa
honrada y respetada por Zeus. Tal vez fue debido a sus orígenes fuera del
canon de los dioses principales que evitó el bullicio y la intriga del Monte Olimpo para vivir en soledad.
En aquellos tiempos, se veneraba a Hécate como un espíritu generoso.
Era una diosa centrada en la mujer, una guardiana de los hogares. Su imagen se encontraba en los pilares de las puertas de las casas y no tanto en los grandes templos. A menudo era representada con un halo de estrellas y dos antorchas. Esta Hécate era la patrona de las parteras, de las curanderas que ayudaban con la fertilidad y de los enterradores; también protegía a los recién nacidos y a los niños que llegaban al umbral de la madurez.
Se cree que muchos de sus sacerdotes y sacerdotisas fueron marginados de
la sociedad, en su mayoría, libertos y mujeres.
REINA DEL IN****NO
Sin embargo, durante el siglo V a. n. e., la reputación de Hécate se ensombreció. Se convirtió en una deidad ctónica, es decir, cercana al inframundo.
Sófocles y Eurípides la asociaron con la muerte, la brujería y la necromancia. Es posible que estos filósofos patriarcales, al desconfiar de la poderosa influencia de Hécate sobre las mujeres, la demonizaran, convirtiéndola en alguien a quien temer. Crearon una asociación entre Hécate, la sacerdotisa Medea y las mujeres de Tesalia. A estas mortales se les atribuían poderes sobrenaturales, como «bajar la luna», ya que tenían conocimientos de
astronomía y podían predecir eclipses; además, sabían mucho sobre hierbas y remedios naturales. En otras palabras, poseían la sabiduría popular de las
mujeres que, más tarde, la historia llamaría «brujas».
Las antorchas de Hécate iluminaban el camino hacia lugares sombríos y tortuosos. Eran habituales sus expediciones nocturnas por cementerios o calles vacías, en compañía de fantasmas, de jaurías de perros voraces o, a veces, de las Furias. A pesar de estos compañeros nocturnos y de sus mascotas (una perra negra y un turón), Hécate era un corazón solitario; optó por la virginidad y nunca estuvo atada a una vida doméstica.
Esta diosa se asociaba con las encrucijadas, puntos —en los que convergen varios caminos— que diferentes culturas han identificado como lugares de
encuentro de varios mundos, donde los espíritus merodean y las almas se quedan vagando. La gente dejaba ofrendas de dulces y vino en dichas intersecciones y sacrificaba cachorros durante los rituales en su honor (los perros eran sagrados para Hécate; según Virgilio, los
aullidos anunciaban su llegada). Se colgaban máscaras de tres cabezas con su cara en los postes de los cruces. Quizás fue por este motivo que se empezó a representar como un triunvirato, un ser que podía ver de forma simultánea
el pasado, presente y futuro, e incluso comunicarse con los mu***os.
La oscura reputación de Hécate perduró durante milenios; sus atributos
positivos fueron mermando con el paso del tiempo. Fue representada como la reina del in****no en el texto gnóstico Pistis Sophia, del siglo IV, e invocada por Shakespeare en el soliloquio de la daga de Macbeth: «La brujería rinde culto a Hécate...». A pesar de la representación más matizada que realizó
Blake en su grabado en color titulado La noche de júbilo de Enitharmon
(Hécate), donde aparece junto a dos figuras más, esta diosa no ha dejado de considerarse la imagen unidimensional de la brujería.
La dañada reputación de Hécate se ha restituido ligeramente en los últimos tiempos. Esto se debe, en parte, a la apariencia gótica de la diosa que, gracias a su glamur, se ha convertido en musa de diseñadores de moda contemporáneos. Jean-Paul Gaultier dio su nombre a un abrigo negro de plumas; Mary Katrantzou creó una colección de ropa basada en diosas y sacerdotisas griegas, cuya protagonista fue Hécate; también Alexander
McQueen diseñó toda una colección inspirada en su oscura estética.
Sin embargo, el regreso de esta diosa no sólo se debe al brillo de la pasarela. Despojada de la ropa y la elegancia, en ella se descubre su compasión. Su
vida nocturna y su preferencia por los espacios liminares, la hacen atractiva
para los grupos minoritarios, los que viven en los márgenes de la sociedad, como los sintechos, los trabajadores sexuales, la comunidad LGBTIQ+, las personas con enfermedades mentales o aquellos que optan por practicar cualquier culto de una manera diferente.
Su fortaleza inquebrantable en las mayores transiciones de la vida (el nacimiento y la muerte) la convierten en la compañera perfecta, tanto en etapas felices como en las más oscuras de la existencia. La muerte es el último gran tabú de la sociedad moderna, y Hécate ha ayudado a los seres humanos durante siglos a afrontar su viaje final. Es reconfortante pensar que, tal vez, todavía está ahí para sostener las manos de las mujeres e iluminar con sus antorchas, la oscuridad que pueden llegar a embargar cuando paren, amamantan a sus hijos o tienen que enfrentar el final de su vida.
Autora: Kate Hodges
Brujas Guerreras
Diosas
LAS MUJERES MÁS PODEROSAS
DE LA MITOLOGÍA
Ilustraciones de
Harriet Lee-Merrion