Moroleón: Somos instantes

Moroleón: Somos instantes Información de contacto, mapa y direcciones, formulario de contacto, horario de apertura, servicios, puntuaciones, fotos, videos y anuncios de Moroleón: Somos instantes, Creador digital, Moroleón.

Página creada para compartir con nuestra gente las fotos y videos antiguos de Moroleón y sus comunidades y darles un toque de color con las nuevas tecnologías de la Inteligencia Artificial.

19/10/2025

Moroleón recibiendo artistas de talla internacional en el Madonnari 2025.




Uno de los padres más queridos que ha pisado el Santuario Expiatorio del Señor de Esquipulitas de Moroleón Guanajuato: E...
19/10/2025

Uno de los padres más queridos que ha pisado el Santuario Expiatorio del Señor de Esquipulitas de Moroleón Guanajuato: El Padre Ricardo Maganda.

Ya están a la vuelta de la esquina... ***os
19/10/2025

Ya están a la vuelta de la esquina...
***os

Algunas fotografías del Festival Madonnri 2025 en Moroleón Guanajuato.Fotografías cortesía de Amigo Bajío.
19/10/2025

Algunas fotografías del Festival Madonnri 2025 en Moroleón Guanajuato.

Fotografías cortesía de Amigo Bajío.

“Nunca robes una ofrenda de un mu**to”Siempre he sido una persona escéptica. No creía en maldiciones, ni en fantasmas, n...
18/10/2025

“Nunca robes una ofrenda de un mu**to”

Siempre he sido una persona escéptica. No creía en maldiciones, ni en fantasmas, ni en nada que no pudiera explicarse con lógica. Crecí en un pueblo pequeño, en el norte de México, donde las tradiciones del Día de Mu***os se respetan casi como un dogma. Pero una noche de noviembre, hace más de diez años, entendí que hay cosas que jamás deben tocarse… cosas que no pertenecen a los vivos.

Aquel año yo estaba pasando por un mal momento económico. Había perdido mi trabajo en la mecánica y apenas tenía para comer. Una tarde, mientras caminaba por el cementerio viejo —un atajo que usaba para volver a casa—, me crucé con un grupo de mujeres colocando ofrendas. Velas, pan de mu**to, flores, fotografías. Todo estaba lleno de color, de aroma a cempasúchil y humo de copal.

Recuerdo que una tumba en particular me llamó la atención. Era más antigua que las demás, de mármol negro, con un crucifijo oxidado encima y una gran cantidad de cosas a su alrededor: monedas, un rosario, dulces, incluso un pequeño anillo dorado. Alguien había dejado también una botella de tequila casi nueva.

Esa noche, mientras intentaba dormir con el estómago vacío, no dejaba de pensar en esa botella. Me dije a mí mismo que no pasaría nada si la tomaba. “Los mu**tos no beben”, me repetí, riéndome de mi propia cobardía. Así que al día siguiente, cuando el sol empezó a caer, volví al cementerio.

El lugar estaba vacío, solo el sonido del viento moviendo las flores secas. Me acerqué a la tumba y miré alrededor. Nadie. Me agaché, tomé la botella y la guardé en mi mochila. No pude evitar notar que el aire se volvió más frío, casi gélido, y que el canto de los grillos se detuvo de golpe.

Mientras salía del cementerio, sentí algo detrás de mí. Un crujido, como si alguien pisara las hojas secas. Me giré con el corazón acelerado, pero no había nadie. Caminé más rápido, tratando de no mirar atrás. Sin embargo, juraría que escuché un susurro entre las lápidas.

—Devuélvelo.

Esa voz… no era humana.

Llegué a casa y, para ahuyentar la incomodidad, destapé la botella. Brindé por mi suerte, aunque sabía que no había nada que celebrar. Bebí un trago, luego otro. El sabor era fuerte, casi amargo, distinto al de cualquier tequila que hubiera probado. A los pocos minutos, empecé a sentirme mal. Mareado, con la vista nublada.

Pensé que era el alcohol, pero cuando me miré en el espejo, me quedé helado. Había tierra en mi cara. No era polvo, era tierra húmeda, negra, como la de una tumba recién abierta. Me lavé frenéticamente, convencido de que era mi imaginación.

Esa noche no dormí. Desde mi cama, escuchaba pasos en el pasillo, lentos, arrastrados. La puerta crujió y un olor nauseabundo invadió el cuarto, mezcla de flores podridas y carne vieja. Cuando encendí la lámpara, no había nadie, pero sobre el suelo había huellas de pies descalzos marcadas en barro.

Pasé los días siguientes sin salir de casa. No quería admitirlo, pero algo me estaba siguiendo. A cada rato escuchaba ese susurro:
—Devuélvelo.

Intenté llevar la botella de nuevo al cementerio, pero desapareció. Revisé toda mi casa, y nada. Sin embargo, cada noche reaparecía en el mismo lugar: sobre mi mesa, con el nivel del líquido cada vez más bajo, aunque yo no la tocaba.

Una madrugada, desperté con el sonido de golpes en la puerta. No eran golpes normales; eran lentos, rítmicos, como si alguien tocara con los nudillos… o con huesos. Me quedé quieto, sin respirar. Luego, los golpes cesaron.

Al día siguiente, decidí hablar con don Laureano, el sepulturero del pueblo. Era un anciano que había trabajado toda su vida en el cementerio. Le conté lo que había hecho y lo que estaba ocurriendo. Él me miró con una mezcla de enojo y compasión.

—No debiste tocar esa tumba —dijo en voz baja—. Ahí está enterrado Don Fermín, un hombre que hizo un pacto hace más de medio siglo. En su ofrenda siempre dejan cosas para calmarlo. Si le quitas algo, se levanta a buscarlo.

Me quedé sin palabras. Quise reírme, pero no pude. Don Laureano me dio una bolsa con sal, un crucifijo y una vela bendita.
—Si vuelve —dijo—, no le hables. No lo mires. Espera a que se apague la vela, y luego lleva la ofrenda de regreso.

Esa noche hice exactamente lo que me dijo. Encendí la vela junto a la ventana y coloqué el crucifijo sobre la mesa. Me senté en silencio, con el corazón latiendo como un tambor.

A medianoche, el aire se volvió pesado. La llama empezó a parpadear. Entonces lo escuché.

Un paso.
Otro.
Y otro más.

Hasta que lo vi.

Era un hombre alto, cubierto de tierra, con el rostro medio descompuesto. Sus ojos, hundidos, parecían dos huecos negros. Vestía un traje antiguo, ennegrecido por el tiempo, y en su mano sostenía la botella.

—Me quitaste lo mío —dijo con una voz ronca, como el viento saliendo de una tumba—. Ahora tú me lo pagarás.

Yo estaba paralizado. La vela se agitaba violentamente, casi a punto de apagarse. Me limité a susurrar:
—Perdóname…

El mu**to dio un paso más. Sentí el olor a podredumbre llenarme los pulmones. Entonces, justo antes de que me tocara, la vela se apagó.

Desperté tirado en el suelo, temblando. La botella había desaparecido, y frente a la puerta, había marcas de tierra húmeda que salían hacia la calle.

Al día siguiente, fui al cementerio. Dejé una nueva ofrenda en la tumba de Don Fermín: flores frescas, una botella sellada y un rosario. Mientras me alejaba, juraría que sentí una mano apoyarse en mi hombro, suave, como agradeciendo.

Desde entonces no he vuelto a pasar por ese cementerio. Pero cada Día de Mu***os, alguien deja frente a mi casa una botella de tequila, envuelta en flores marchitas. Nunca la toco. Ni la miro.

Porque aprendí de la peor manera que nunca debes robarle nada a un mu**to.

A los mu**tos hay que respetarlos…
Y, sobre todo, dejarlos descansar.

En la fotografía podemos ver al C. Rafael García Nuñez quien fungió como Juez del Registro Civil de Moroleón Guanajuato ...
18/10/2025

En la fotografía podemos ver al C. Rafael García Nuñez quien fungió como Juez del Registro Civil de Moroleón Guanajuato en el periodo de 1962 a 1969.

La historia se cuenta mejor a color.

Sigue nuestra página y comparte tus fotografías y anécdotas.







El Moroleón de los años 60's
18/10/2025

El Moroleón de los años 60's




Así sería una Catrina al mero estilo de Moroleón.
17/10/2025

Así sería una Catrina al mero estilo de Moroleón.


Cada vez están más cerca...Día de Mu***os
17/10/2025

Cada vez están más cerca...
Día de Mu***os




¿Dónde venden el mejor Pan de Mu**to en Moroleón?
17/10/2025

¿Dónde venden el mejor Pan de Mu**to en Moroleón?

Saquen la malenas y las tortas del pirri...
17/10/2025

Saquen la malenas y las tortas del pirri...

Dirección

Moroleón

Notificaciones

Sé el primero en enterarse y déjanos enviarle un correo electrónico cuando Moroleón: Somos instantes publique noticias y promociones. Su dirección de correo electrónico no se utilizará para ningún otro fin, y puede darse de baja en cualquier momento.

Compartir

Categoría