28/07/2025
Cuando uno vive muchos años al lado de la misma persona, aprende que el amor no es una línea recta. Es una curva constante, con subidas, bajadas, y a veces, incluso retrocesos. Pero si caminan juntos con respeto, con paciencia y con voluntad de volver a elegirse, el camino se vuelve hermoso, incluso en los tramos más duros.
No se preocupen por “sentir mariposas” todo el tiempo. Esa emoción del principio es solo una chispa. El fuego real se alimenta con otras cosas: con decisiones, con cuidados, con actos pequeños que se repiten día tras día.
Aprendan a perdonarse sin herir, a discutir sin destruir, a estar en desacuerdo sin separarse. La diferencia no es el enemigo. El silencio sin diálogo, el orgullo sin límites, y la indiferencia, sí lo son.
Y no tengan miedo al tiempo. Que no les asuste envejecer juntos. Nosotros también tuvimos miedo: a aburrirnos, a perdernos, a dejar de reconocernos. Pero si cuidan la conexión, si se siguen buscando incluso después de conocerse por completo, el amor no se gasta. Se transforma.
Tendrán días difíciles. Días en los que uno esté cansado y el otro también. Días en los que no haya tema de conversación, o incluso en los que no se caigan bien. No pasa nada. El amor no se mide por la perfección diaria, sino por la decisión de quedarse incluso cuando no todo brilla.
Y si alguna vez sienten que están lejos, no esperen a que el otro dé el primer paso. Dense un abrazo. Mírense como el primer día. Recuerden por qué se eligieron. Y entonces — vuelvan a empezar, las veces que haga falta.
No es magia. Es voluntad. Es ternura. Es memoria compartida.
Y cuando pasan los años, eso… eso vale más que el oro.