
07/08/2025
Cuando la ansiedad aparece, no llega como un monstruo, sino como un susurro.
Una voz que pregunta: ¿Y si todo sale mal? ¿Y si no eres suficiente? ¿Y si pierdes lo que amas?
Esa voz no es tu enemiga.
Esa voz es una parte de ti que olvidó que el presente es sagrado.
Olvidó que todo lo que necesitas, ya está aquí. Ahora.
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La ansiedad es el deseo de controlar lo que aún no ha sucedido.
Es el reflejo de una mente que corre tan rápido, que se aleja del ahora y se pierde en lo que podría ser.
Para calmarla, no debes luchar.
No pelees contra la ansiedad. Obsérvala. Siéntala. Respira con ella.
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Cierra los ojos.
Escucha tu respiración como si fuera el tambor sagrado del universo.
Inhala con la certeza de que estás vivo.
Exhala con el entendimiento de que no necesitas tenerlo todo resuelto.
El futuro no es tu carga.
El pasado no es tu prisión.
Solo este instante te pertenece.
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Cuando la ansiedad regrese —porque lo hará— no huyas.
Recíbela como se recibe a un niño asustado.
Con compasión. Con paciencia. Con silencio.
Pregúntale:
¿Qué intentas decirme? ¿Qué parte de mí necesita ser abrazada?
Y cuando te conteste con miedo,
recuérdale que tú no eres el miedo, ni la duda, ni el caos.
Tú eres el cielo.
La ansiedad es solo una nube pasajera.
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No necesitas tenerlo todo bajo control.
Solo necesitas volver a ti.
A tu respiración. A tu corazón.
Al sagrado ahora que nunca te abandona.
Porque cuando estás presente,
la ansiedad no puede gobernarte.
Porque el presente…
es impenetrable.
🪷 Respira. Estás a salvo
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