27/07/2025
*Los Mercenarios del Derecho... Cuando la pluma se vende y la ley se tuerce*
Mario Salvador Pérez José.
En semanas anteriores, se expuso a Rosana Meliza Jiménez Leal, flamante oficial del Registro Civil en Nochixtlán, que en apenas mes y medio en el cargo ya se ganó el rechazo ciudadano de la localidad, ¿La razón? Cobrar 3,500 pesos por una CURP. Un documento gratuito por ley.
La indignación creció en redes, y el periodista Alejandro López López, de Nuevo Siglo Noticias, simplemente hizo eco de esa queja pública. No inventó. No calumnió. Solo informó.
Pero la funcionaria, en vez de explicar, optó por el camino de la cobardía institucional: acudir a la Fiscalía para denunciar al periodista… por violencia de género.
Sí, así como lo lees. Ni calumnia, ni daño moral. Violencia de género, como si reportar abusos públicos fuera equiparable al acoso o a la misoginia, pero en el fondo esta acción, pretende justificar ilicitos y esconder una verdad que es secreto a voces.
¿Quiénes armaron esa patraña legal? Dos personajes de dudosa reputación:
Pablo David Crespo de la Co**ha, político reciclado, exregidor con historial de misoginia en cabildo, y
Yasohara Berenice Aguilar Barbosa, , quien se escuda en la imagen de periodista… pero que manchó su oficio el día que le puso precio a su pluma.
Sobre este asunto hay que decirlo claro: Yasohara en su papel de periodista de hoy no de convicción, sino de ocasión mancha la imagen del gremio cuando su
pluma se activa solo cuando le pagan. Y esta vez, se evidencio cuando firma, para golpear a otro periodista.
¿Con qué calidad moral? ¿Qué autoridad ética tiene, que convirtió su pluma en mercancía, para ser juez y verdugo de su propio hermano?
Lo más triste es que la Vicefiscalía se prestó al juego. Aceptó la denuncia y dictó medidas restrictivas que parecen salidas de una comedia política: a Alejandro López le prohibieron mencionar a la funcionaria, etiquetarla, escribirle, ni un “buenos días” por WhatsApp. De lo contrario, sería multado.
Eso no es protección. Eso es mordaza disfrazada. Es censura por encargo.
Es el feminismo usado como escudo de corruptas.
Es el Código Penal convertido en bozal.
Y mientras tanto, Pablo Crespo —el mismo que lanzaba indirectas sexuales desde perfiles falsos, que se burlaba de mujeres con trayectoria— ahora se disfraza de defensor feminista.
¡Por favor! El lobo no se volvió cordero. Solo se puso la túnica para seguir comiendo ovejas.
Y Yasohara, hoy se pasea entre bufetes y micrófonos como si el pasado no existiera. Pero su periodismo no es verdad: es vendetta.
Su litigio no es legalidad: es chantaje.
Y su bandera de género es solo eso: una bandera para cobrar favores.
Porque cuando mezclas periodismo con despacho, ya no informas: extorsionas.
Y cuando usas la justicia para blindar intereses personales, ya no litigas: traficas influencias.
Hoy en el estado de Oaxaca, México, estos personajes operan como mercenarios del poder: graznan de oficina en oficina, picoteando a quien se atreve a denunciar, chantajeando con "perspectiva de género", y vendiendo protección a cambio de silencio.
Y si no frenamos este modelo, similar al narcoestado, mañana cualquiera que denuncie un abuso podrá acabar acusado de “violento”, censurado, castigado, amordazado o algo más.
Esto no es feminismo. Esto es corrupción disfrazada de causa.
Esto no es justicia. Esto es teatro judicial a cambio de favores.
Y esto no es prensa: es el negocio de quienes debieron honrar a sus antecesores, su bastion el micrófono, en situaciones como las antes expuestas, nunca debieron tocar una máquina de escribir.