01/12/2025
"Dios es bien rogón con nosotros"
El párroco nos recordaba hoy algo que puede sonar fuerte, pero que expresa muy bien el amor de Dios: Él es como esa persona que insiste una y otra vez porque realmente le importas. Dios no se cansa de hablarte, de tocar tu corazón, de buscarte cada día. No te invita solamente… ¡te ruega! Te ruega que lo mires, que lo escuches, que no pierdas la oportunidad de acercarte a Él, no cabe duda que Dios es bien rogón con nosotros.
¿Y qué es lo que Dios nos ruega? Con su lucidez para discernir los textos bíblicos, nos explicó que Él nos solicita algo muy simple y profundo: “Te conviene conocerme”. El Señor insiste porque sabe que conocerlo cambia la vida. Sin Él, el corazón se va apagando y se pierde. Con Él, en cambio, hay luz, paz, alegría, salud espiritual y un camino seguro por donde avanzar.
Muchas veces respondemos al Señor con un “mañana”, como si siempre hubiera tiempo. Cuando somos niños, decimos “cuando sea joven”; cuando somos jóvenes, “cuando me case”; cuando somos adultos, “cuando sea viejito”. Y así se nos va la vida posponiendo ese encuentro. Pero Dios no guarda rencor ni se cansa. Aunque le digamos “hasta el 24, Señor”, Él sigue tocando nuestra puerta con paciencia infinita.
Hoy comenzamos el tiempo de Adviento, cuatro semanas en las que el Señor quiere encontrarse contigo. Es un tiempo para abrirle el corazón, para permitirle entrar, renovar, santificar o fortalecer lo que ya ha comenzado en tu vida. Adviento es preparar tu alma para recibir al Señor que viene, que llega al final de los tiempos, que llega a tu vida cada día y que quiere nacer de nuevo en tu corazón esta Navidad.
San Pablo nos advierte que este tiempo puede convertirse, si no tenemos cuidado, en puras comilonas, borracheras, desenfrenos, lujurias, pleitos y envidias. Cosas que nublan el alma y nos quitan la paz. El Adviento no está hecho para eso, sino para reencontrarnos con Dios, para vivir con serenidad y para cuidar nuestro corazón con la misma delicadeza con la que preparamos nuestra casa para una fiesta importante.
Por eso, en este tiempo se nos ofrecen las confesiones. No es porque “no haya nada qué hacer”, sino porque es el momento ideal para limpiar el corazón. Así como una quinceañera llega arreglada, digna, contenta y radiante a su celebración, así debería llegar nuestra alma a la Navidad: limpia, en paz, reconciliada, humilde y abierta a los demás. Coronemos este Adviento con una buena confesión y con gestos concretos de reconciliación.
Para cerrar, nuestro párroco nos invitó a realizar una oración sencilla desde el corazón: “Señor, Tú conoces mi vida y mi historia. Gracias porque no me juzgas ni me condenas. En este Adviento, ayúdame a acercarme más a Ti, a vivir en tu gracia y a tener paz con mis hermanos”.
¡Pidámosle al Señor que este tiempo sea verdaderamente para nosotros un camino hacia la luz, hacia la gracia y hacia el encuentro con Él que nacerá en nuestros corazones y logremos peregrinar con esperanza en el día a día de cada contexto en el que nos desenvolvemos!