24/05/2024
𝐄𝐥 𝐩𝐚𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐢𝐠𝐧𝐨𝐦𝐢𝐧𝐢𝐚 𝐞𝐧 𝐏𝐚𝐜𝐡𝐮𝐜𝐚
𝐌𝐞𝐝𝐢𝐨𝐬 𝐇𝐢𝐝𝐚𝐥𝐠𝐨-𝐌𝐚𝐲𝐨 𝟐𝟒, 𝟐𝟎𝟐𝟒
𝐄𝐥 𝐠𝐨𝐛𝐞𝐫𝐧𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐌𝐞𝐧𝐜𝐡𝐚𝐜𝐚 𝐠𝐚𝐬𝐭𝐚𝐫𝐚́ 𝐦𝐢𝐥 𝐦𝐢𝐥𝐥𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐩𝐞𝐬𝐨𝐬 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐫𝐞𝐦𝐨𝐝𝐞𝐥𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐮𝐛𝐢𝐜𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐙𝐨𝐧𝐚 𝐏𝐥𝐚𝐭𝐞𝐚𝐝𝐚.
𝐄𝐧 𝐚𝐠𝐨𝐬𝐭𝐨 𝟐𝟎𝟐𝟑 𝐲𝐚 𝐡𝐚𝐛𝐢́𝐚𝐧 𝐠𝐚𝐬𝐭𝐚𝐝𝐨 𝟐𝟎𝟎 𝐦𝐢𝐥𝐥𝐨𝐧𝐞𝐬.
EL MOVIMIENTO SIONISTA ANTE LA PARTICION DE PALESTINA
Ferran Izquierdo Brichs
Facultat de Ciències Polítiques i Sociologia. Universitat Autònoma de Barcelona.
El movimiento sionista ante la partición de Palestina (Resumen)
El territorio y la homogeneidad étnica fueron los dos factores fundamentales que guiaron a los sionistas en su proyecto político de creación del Estado de Israel y en la partición de Palestina. El Movimiento Sionista buscó el control de todo el espacio de la Palestina histórica y la construcción de un Estado para los judíos exigía la limpieza de otras etnias de dicho espacio. Las aspiraciones sionistas a todo el territorio de la Palestina histórica, en lo cual coincidían tanto los sionistas de la izquierda como de la derecha, se vieron matizadas por el pragmatismo del socialsionismo liderado por Ben Gurion y el acuerdo con la partición. La aceptación del plan de partición de Naciones Unidas por parte del Movimiento Sionista no significó el abandono de las pretensiones fundacionales, y la guerra de 1947-1948 permitió avanzar hacia los objetivos totales, tanto en lo referente al territorio como a la expulsión de la población palestina.
Palabras clave: Palestina, Israel, sionismo, partición, limpieza étnica.
El plan de partición
La proclamación del Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948, situó por primera vez frente a frente a sionistas, palestinos y Estados árabes. Las posiciones oficiales de cada una de las partes ante el conflicto habían quedado claramente establecidas en el debate sobre el plan de partición aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947[1]. Sin embargo, detrás de la declaraciones oficiales se escondían otros intereses e intenciones que no coincidían con lo manifestado. La Agencia Judía aceptó el plan de partición, a pesar del rechazo que suscitaba en algunos sectores del sionismo y del Yishuv[2]. Entre los palestinos la posición mayoritaria era contraria a la partición, tan sólo los sectores ligados a la familia Nashashibi, más cercana al emir Abdallah de Transjordania, parecían ver con ojos favorables la partición de Palestina. Los Estados árabes, a pesar de la condena de la Liga Arabe del plan de partición presentado por la UNSCOP a la Asamblea General de Naciones Unidas, estaban divididos en sus intenciones e intereses ante los sionistas y también ante los árabes de Palestina.
La idea de la partición de Palestina en dos Estados empezó a tomar forma con la Comisión Peel[3], diez años antes del voto de la Resolución 181 en Naciones Unidas. El elemento central de la resolución 181 era la solución biestatal para Palestina: la partición de la zona en dos Estados soberanos, uno judío y el otro árabe; junto con el área del Gran Jerusalén, Belén incluida, que debía quedar bajo administración de Naciones Unidas[4]. Las fronteras de estos Estados se definieron según criterios de concentración de población árabe y judía, aunque el entrevero de las dos comunidades hacía imposible la creación de Estados homogéneos[5]. Tanto árabes como judíos se convertían en ciudadanos del Estado en el que residían, con libertad para elegir la ciudadanía fuera del Estado de residencia[6] y disfrutando de plenos derechos civiles y políticos; además, se prohibía la expropiación de suelo excepto por necesidades públicas y con total compensación. Tampoco estaba permitida la emigración árabe al Estado judío ni la judía al Estado árabe durante el período de transición.
Los nuevos Estados judío y árabe se debían regir por constituciones democráticas y comprometerse a resolver los conflictos internacionales por medios pacíficos. También debían garantizar los derechos religiosos y el libre acceso a los lugares sagrados. La resolución también ponía una fecha límite, 1 de agosto de 1948, para la terminación del mandato del Reino Unido sobre Palestina y para la retirada militar británica[7], al mismo tiempo que establecía que una comisión de Naciones Unidas supervisaría la transición.
Palestina se debía mantener unida económicamente con la creación de una unión aduanera, una moneda común, la administración común de las principales infraestructuras y el desarrollo económico conjunto, particularmente en lo que se refería al regadío y a la gestión del suelo agrícola, así como el uso no discriminatorio del agua y las fuentes de energía. Paralelamente, se debían garantizar la libertad de tránsito y de visita para los habitantes de los dos Estados y de Jerusalén.
La reacción ante los proyectos de partición de Palestina permite ver cómo definía el problema cada una de las partes enfrentadas y su disposición a negociar.
La corriente mayoritaria en el movimiento sionista defendía como objetivos prioritarios la creación de un Estado judío, aunque fuera sólo en parte de Palestina, y que se abrieran las puertas a la inmigración judía en Palestina para facilitar el cambio demográfico en la zona y la consecución de una mayoría judía. El punto de partida mínimo planteado por los sionistas para una posible negociación era la independencia nacional:
"Nous sommes prêts a discuter une solution de compromis [...] si, en échange de la réduction de notre territoire, nos droits sont immédiatement étendus et notre indépendence nationale reconnue."[8]
Los árabes, tal como expresaban en la Declaración presentada ante el Comité Anglo-Americano de Investigación[9], de ninguna forma podían aceptar las demandas sionistas. Defendían su derecho a Palestina por derecho de residencia. Veían en la inmigración extranjera y en el sionismo una amenaza que los dejaría en minoría en un Estado extranjero, y reclamaban como mayoría su derecho democrático a tomar sus propias decisiones.
El sionismo, para los árabes palestinos, había cambiado ya el curso de su historia. Según ellos, Palestina permanecía todavía bajo el mandato y separada del mundo árabe a causa de las reclamaciones judías, de la misma forma que había sido separada del marco sirio, al cual pertenecía por su geografía e historia. Así, los árabes reclamaban el derecho de los árabes palestinos a seguir ocupando su tierra, a un gobierno democrático para toda la población sin distinción de credos, a formar parte del mundo árabe. Por ello exigían que se detuviera la inmigración judía y rechazaban la partición, pues consideraban que someter a parte de la población árabe a un gobierno extranjero en una situación de minoría, aunque sólo fuera en una parte de Palestina, era tan injusto como hacerlo en toda ella. Además, eran muy conscientes de las dificultades que planteaba la partición tanto en el ámbito geográfico y demográfico como en el ámbito político, ya que la población árabe no aceptaría someterse a los sionistas ni ser transferida al Estado árabe. También se manifestaba la desconfianza ante las aspiraciones del sionismo a toda Palestina, y a que el Estado judío las alentara y fuera la base para futuras actividades en esta dirección, lo que conduciría al enfrentamiento con los vecinos árabes y a la desestabilización de todo Oriente Medio[10].
Las corrientes, tanto en el sionismo como entre los árabes, que habrían podido suavizar las posturas y posibilitar una negociación eran minoritarias. En el sionismo, la defensa de un Estado binacional[11] fue desestimada por la mayoría al negar la creación de un Estado judío. Y tampoco fue aceptada por los árabes palestinos, pues suponía igualmente la cesión de sus derechos de mayoría. Entre los árabes palestinos, las propuestas de un acercamiento a Abdallah de Transjordania y de una posible federación de judíos y árabes palestinos y transjordanos bajo su reinado también eran rechazadas por la mayoría, liderada por el Alto Comité Arabe y los Husseini, ya que las veían como la expresión de un doble peligro para su soberanía y su tierra: el sionista y la ambición de Abdallah.
La imposibilidad de la negociación cara a cara entre los sionistas y los árabes palestinos se expresó en la negativa de ambas partes a participar en la conferencia convocada por Londres el 10 de septiembre de 1946. Tan sólo la Liga Arabe aceptó sentarse en la mesa con los británicos. La polarización de las dos posiciones era tanto más fácil de mantener al no tener que negociar frente a frente sino presionar a los terceros que debían tomar las decisiones sobre Palestina: el Reino Unido primero, y la URSS y Estados Unidos una vez que la solución del conflicto se trasladó a Naciones Unidas. Así, hasta el inicio de la guerra, el poder de sionistas y árabes para influir en el futuro de Palestina no se manifestaba en el enfrentamiento directo, sino que lo hacía en la capacidad de presión sobre el Reino Unido, la URSS y Estados Unidos.
El Reino Unido, sometido a las tensiones y compromisos con sus propios aliados en la región y enfrentado directamente tanto a los judíos de Palestina como a los árabes, no mantuvo una posición coherente. Desde la Declaración Balfour hubo distintas propuestas británicas que intentaban responder a las presiones más fuertes en cada momento. Por ejemplo, hubo grandes diferencias, en el último período de administración británica, entre el informe Peel, el Libro Blanco, el informe Morrison-Grady y los planes de Abdallah de Transjordania. Había un cierto equilibrio entre la capacidad de presión de árabes y sionistas ante el Reino Unido, lo que se reflejaba en esta falta de coherencia británica. Ernest Bevin, el secretario del Foreign Office durante los últimos tiempos del mandato y en el momento del debate sobre la partición en Naciones Unidas, tenía una posición más comprensiva hacia los árabes de Palestina, enfrentado en este aspecto a la oposición de Churchill, quien era claramente prosionista[12]. Sin embargo, el gobierno británico, más cercano a los árabes, ya había cedido su lugar en el sistema internacional a las dos superpotencias emergentes de la Segunda Guerra Mundial.
La presencia franco-británica en el Creciente Fértil ya había sufrido un importante revés con la retirada de las tropas de las dos potencias de Siria y Líbano entre mayo y junio de 1946. Los enfrentamientos entre Francia y Gran Bretaña por conseguir la preponderancia en la región, unidos a las revueltas en Siria y Líbano contra la presencia de las tropas aliadas y en demanda de la independencia, favorecieron el aumento de la influencia de la Unión Soviética en apoyo de los dos países árabes. Francia y Gran Bretaña decidieron retirarse de Líbano y Siria, bajo la presión estadounidense, para evitar la creciente presencia soviética en la región, en unos momentos en que continuaba abierto el conflicto por la influencia en Irán que finalmente se resolvería en favor de Estados Unidos[13]. Al mismo tiempo, Gran Bretaña se enfrentaba a la ola nacionalista en Egipto e Iraq. Tan sólo la Transjordania del emir Abdallah se mantenía como un aliado fiel, lo que suponía un argumento más para apoyar al emir Abdallah y evitar una mayor pérdida británica en la zona.
Cuando el Reino Unido puso en manos de Naciones Unidas el problema palestino, la capacidad de influencia de las dos partes enfrentadas se desequilibró totalmente. La resolución 181 fue adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas gracias al apoyo conjunto de la URSS y Estados Unidos, y al uso de su influencia sobre los Estados miembros para conseguir la mayoría favorable de dos tercios necesaria para que se aprobara la resolución.
La Unión Soviética se mostró favorable a la partición y apoyó la opción sionista desde el inicio. Para los soviéticos, la partición y la creación de un Estado judío suponía un avance en el objetivo de desplazar a los británicos de Oriente Medio. Además, dada la procedencia de la mayoría de emigrantes a Palestina de países del este y del centro europeos, se esperaba que el Estado judío se convertiría en un aliado en Oriente Medio[14]. La mayor afinidad ideológica con los sionistas y la desconfianza con que los soviéticos veían a los regímenes árabes, retrógrados y controlados por Gran Bretaña y Francia, también influyeron en la clara toma de posición prosionista de la URSS. De hecho, la Unión Soviética fue la única potencia que ofreció apoyo político y militar a los sionistas durante los decisivos años 1947-1948[15]. Los soviéticos suministraron armamento pesado a los sionistas y reconocieron de iure inmediatamente a Israel. La URSS, a pesar del distanciamiento posterior con Israel y de la ruptura de relaciones tras la guerra de junio de 1967, siempre reconoció el derecho a existir del Estado judío dentro de la Línea Verde[16].
La política estadounidense hacia el problema palestino se acercó a las posiciones sionistas sobre todo a consecuencia del Holocausto. En principio, fueron los propios británicos los que quisieron implicar a Estados Unidos en Palestina. La crisis económica de posguerra y la creciente violencia de la revuelta sionista en Palestina llevaron al gobierno del Reino Unido a pedir la participación norteamericana en la solución del problema. La intención inicial era que Washington se comprometiera y sufragara la presencia británica en Oriente Medio, enfrentada a la Unión Soviética. Sin embargo, la posición del gobierno británico y la de la Administración estadounidense respecto al problema palestino eran cada vez más distantes. Mientras que el Reino Unido hacía todo lo posible para mantener su presencia colonial en la zona y las relaciones con los aliados árabes, y para ello necesitaba oponerse a la partición; Estados Unidos, presionados por los sionistas y asumiendo su papel de superpotencia, definían una política propia que sí pasaba por la partición y la creación de un Estado judío en Palestina.[17]
El presidente Truman, después de dudar y pensar en algún otro tipo de solución, terminó apoyando el plan de partición y las recomendaciones de la UNSCOP a la Asamblea General[18]. Las presiones de los informes que llegaban desde Europa sobre el Holocausto y la situación de los judíos en los campos de concentración, la influencia de los partidarios del sionismo dentro de la Administración, y la necesidad del voto judío para las elecciones inminentes[19] fueron determinantes para la toma de esta decisión.
El informe de la UNSCOP y la resolución 181 suponían la implicación de un nuevo actor en el conflicto: Naciones Unidas. Pero, sobre todo, significaba que definitivamente el destino de Palestina se había decidido en un foro que, para los árabes, no tenía ni la autoridad ni la legitimidad para hacerlo. Si ya era difícil una posible negociación directa entre las partes enfrentadas antes de la resolución 181, tras su adopción fue evidente que los sionistas no aceptarían menos de lo que la Asamblea General les había otorgado. En Palestina, la solución del problema por los directamente afectados sólo podía tener una dimensión: la militar.
El movimiento sionista ante el plan de partición
Los objetivos esenciales del movimiento sionista se centraban en la creación de un Estado judío en Eretz Israel (Tierra de Israel). Para ello era necesario que la comunidad judía en Palestina dejara de ser una minoría y que estableciera barreras claras que la separaran tanto política como cultural y socialmente de las comunidades árabes. El socialsionismo, dominante en la época en el movimiento sionista, añadía el ideal constructivista a esta ideología nacionalista básica. La conquista judía de la tierra y el trabajo era el ideal que sustentaba la política de expansión de las colonias y la discriminación de la mano de obra árabe.