01/10/2025
"Acepté tu partida cuando ya no pude retenerte más"
Siempre algo dentro de mí me decía que tú serías la primera en irte de tu familia. Llevabas cansada muchos años, yo lo veía en tu rostro, pero nunca te dije nada. Y, aun así, siempre supiste ver lo bueno dentro de todo lo malo.
¿Recuerdas la última vez que te abracé bien? Porque yo, lamentablemente, no. Todas esas p***s me estuvieron arrastrando hacia ti esos días.
Y a las 4:30am, fue la hora en la que decidiste irte a descansar. Recuerdo haberle reclamado por primera vez en mi vida a Dios el por qué todo había sido así, por qué no me permitió verte, hablarte, tocarte una última vez. Es lo peor que te puede pasar cuando pierdes a alguien, ¿verdad? Y así me pasó a mí.
Sé que aún no te querías ir. Estabas en tu mejor momento, empezando a disfrutar y cosechando lo que sembraste. Pero al final, eso no lo decidimos nosotros... ni tú, madre mía.
Sentado junto a tu ataúd, empezaron a llegar todas esas coronas de flores, y sí, fue hasta que prácticamente toda tu sala se llenó de esas flores que tanto te gustaban. Con cada arreglo llegaban también más personas a despedirse de ti; personas que en algún momento de tu vida conociste. Yo sabía que algunas personas te conocían, pero no pensé que fueran tantas. Me hubiera gustado tener esa misma facilidad para expresarme y caerle bien a la gente, como tú la tenías.
A las personas con las que trabajaste y que te conocían, les agradezco infinitamente por haberte hecho sentir querida y feliz en estos últimos meses.
A todas esas personas que se presentaron en tu casa, a todos los que se acercaron a mí y a mis hermanos, y sobre todo, a aquellos que te trajeron todas esas flores que tanto amabas: gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias.
Y mientras pasaban esos días, te estuve buscando en todas las cosas en las que me dijeron que podrías hablarme, pero no podía sentirte aún.
Yo sabía que ese cuerpo del que me despedí ya no eras tú; por eso necesitaba saber que estabas bien y que te habías ido tranquila. Hasta que ese día llegó, de una forma en la que no pensé que fuera a llegar: me dijiste que, por favor, aceptara que ya te habías ido y que no podías descansar si yo no te soltaba.
Dentro de mí tengo la tranquilidad de que siempre quise darte todo, y lo hice hasta donde pude… y aun así, me faltó.
De mi parte nunca hubo nada más que amor infinito para ti, sin importar todas las cosas que en su momento hicimos mal. Pero a pesar de esas cosas, sabes que siempre te busqué en todos lados. Siempre tuve esa afinidad y preferencia por ti, a pesar de que prácticamente me crié con mi papá.
Sé que querer tenerte aquí es egoísta. Comprendí que tu alma le pertenece a Dios y tu cuerpo a la tierra que te vio crecer.
Gracias, mi amor, porque me diste esa paz que necesitaba para estar tranquilo y poder dejarte descansar. Sé que habrá momentos en los que te extrañaré de más, pero es normal. Tendré que integrar tu ausencia en mi vida. Te prometo que estaré bien y te honraré todos los días.
En algún momento, más adelante, nos encontraremos. Lo sé. Mientras tanto, cuida de cada uno de tus hijos y guíalos por caminos que solo les traigan bien a sus vidas.
Te amamos y te extrañaremos siempre, tus cuatro niños.
Solo guárdanos un besito más.
Con todo mi corazón,
Tu feo, tu Beco, tu hijo más pequeño,
Beto. 🤍