
26/04/2025
Diego Castañón Trejo 𝗤𝗨𝗘 𝗦𝗨𝗙𝗥𝗔𝗡 𝗟𝗢𝗦 𝗝𝗢𝗗𝗜𝗗𝗢𝗦, 𝗔 𝗩𝗜𝗩𝗜𝗥 𝗟𝗔 𝗩𝗜𝗗𝗔 𝗤𝗨𝗘 𝗘𝗦 𝗨𝗡𝗔 𝗬 𝗠Á𝗦 𝗘𝗡 𝗘𝗟 𝗧𝗨𝗟𝗨𝗠 𝗦𝗔𝗡𝗚𝗥𝗜𝗘𝗡𝗧𝗢.
Mientras Tulum se desmorona entre baches, violencia y abandono, su presidente municipal, Diego Castañón, se pasea por Miami como si su cargo fuera una recompensa a puerta cerrada, no una responsabilidad pública. Las imágenes que lo exhiben comiendo en un lujoso restaurante, acompañado de una mujer que no es su esposa, son más que un escándalo moral: son una bofetada para quienes todos los días se enfrentan a la jungla de desigualdad que es el noveno municipio de Quintana Roo. No se trata solo de infidelidades personales —tema que le compete a su vida privada—, sino de prioridades políticas: el alcalde se da festines en el extranjero mientras su pueblo no tiene ni banquetas dignas.
En Tulum los feminicidios se callan, las comunidades originarias sobreviven en condiciones precarias, y los servicios públicos son una ruleta rusa. ¿Y el alcalde? Muy ocupado disfrutando bebidas caras en el extranjero, como si gobernara Mónaco y no un municipio con una brecha social cada vez más profunda. Lo más grave no es la frivolidad —aunque es grotesca—, sino el abandono. La política se ha convertido, para personajes como Castañón, en un trampolín para la comodidad personal y el turismo VIP, no en un espacio de servicio o transformación.
Lo que indigna no es que viaje, sino que lo haga en el contexto de una crisis visible: calles despedazadas, basura acumulada, inseguridad creciente y una comunidad local que apenas puede respirar entre tanta inversión extranjera depredadora. ¿Dónde queda la rendición de cuentas? ¿Dónde están las prioridades de un gobierno que presume el “renacer” de Tulum mientras lo desangra desde dentro? Cuando la autoridad predica con el ejemplo del desdén, se normaliza el saqueo.
La desconexión entre la élite política local y las necesidades reales de la ciudadanía ya no puede esconderse detrás de slogans de turismo o desarrollo sustentable.