06/08/2025
El universo estaba en silencio.
EMMTNNX, el último operador del proyecto Comando Eterno, orbitaba un planeta olvidado, llamado VIXA-12, a 3.4 millones de años luz del último punto habitado por humanos. Su cápsula espacial llevaba más de 600 días sin recibir respuesta. Las pantallas parpadeaban como un corazón roto: una línea de código sin final feliz.
La misión era simple: transmitir música interestelar para mantener con vida el archivo emocional de la humanidad. Pero con el tiempo, el silencio fue ganando. Las respuestas se apagaron. La Tierra ya no respondía. Las naves aliadas habían abandonado la frecuencia. CMND X no existía más. Solo quedaba él… y un loop eterno de sus propios beats rebotando en el vacío.
Nadie lo sabía, pero EMMTNNX llevaba semanas reconstruyendo viejos recuerdos. Tenía fragmentos de audio guardados en su núcleo: risas, gritos de rave, conversaciones sobre animales libres, fuego y amor. Cada noche los reproducía, imaginando que alguien lo escuchaba.
La tristeza llegó el día que su sintetizador principal falló. Perdió la capacidad de componer. No más techno. No más ruido. Solo un pitido agudo que marcaba las horas. Y fue entonces que lo entendió: no era un DJ. Era un archivo viviente. Una reliquia. Un fantasma con glitter y cables.
Su última transmisión fue una nota de voz filtrada con glitches, que decía:
> “Si alguien me escucha… no busco que me rescaten. Solo quiero que recuerden que bailamos… aunque fuera en el fin del mundo.”
Y luego, un último track:
“QUIMICOS (Post-Human Mix)”
Una mezcla ambient rota, con pulsos lejanos y el sonido de su propia respiración al final.
Desde entonces, la señal de EMMTNNX se convirtió en un mito. Una frecuencia perdida que algunos cazadores de ondas aún buscan… con la esperanza de que la máquina aún sueñe.