07/06/2025
LA MUJER DEL CANTO NUPCIAL Leyenda
Por: Marciel G. Elixir de Miedo
En los callejones de la memoria colectiva, se tejía la leyenda de Luis, un seductor sin escrúpulos
que ganó renombre como donjuán. Su encanto manipulador y sus artimañas envolvían a las
mujeres de alta posición, despojándolas de su dinero después de ganarse su confianza.
En este juego peligroso, una de sus presas fue Ana, quien, como muchas otras, se enamoró
perdidamente de él.
Tras alcanzar su objetivo, Luis despreció a Ana, abandonándola en la oscuridad de la soledad.
Consumida por el dolor, Ana no pudo soportarlo y decidió poner fin a su propia vida, no sin
antes jurar que llevaría a su verdugo consigo a la tumba para estar juntos en la eternidad.
En la noche de los mu***os, cuando el velo entre el mundo de los vivos y los mu***os se volvía
más tenue, Luis, después de una noche de juerga, vislumbró la figura de una mujer. Su silueta,
un cuerpo esculpido por dioses, se destacaba en la oscuridad, pero su rostro estaba oculto tras
un velo negro de luto eterno. Luis, impulsado por una mezcla de fascinación y desesperación,
trató de acercarse, pero la mujer se alejaba, manteniendo siempre una distancia inalcanzable.
Noches tras noche, la misma escena se repetía, torturando a Luis con la visión efímera de su
antigua amante. La angustia y la desesperación se apoderaron de él, llevándolo al límite de la
cordura. Una semana después, en el aniversario de la muerte de Ana, mientras cruzaba el
panteón, la figura enlutada emergió de nuevo.
La mujer, ahora más cercana, le pidió ayuda desesperadamente al verlo venir ella dijo gracias al
cielo alguien me ha escuchado, ¿Por que está usted en el panteón? visitó a mi hermana que hoy
cumple un año de mu**ta, un mal hombre la enamoró y ella se mató por él.
Luis, intrigado y temeroso, escuchó la historia de la hermana de la mujer. La mujer, con ojos que
parecían reflejar siglos de sufrimiento, le preguntó a Luis cuál creía que debería ser el castigo
adecuado para el hombre que había causado tanto dolor.
Luis, sintiendo un escalofrío recorrer su espina dorsal, titubeó antes de sugerir que el culpable
merece ser enterrado vivo con la mujer a la que hizo sufrir para que ella lo pueda amar. La
mujer, con una mirada de aprobación, lo tomó de la cintura y dejó caer el velo que cubría su
rostro.
La visión que se reveló fue espeluznante: el rostro de Ana, descompuesto y carcomido por
gusanos, una visión dantesca de la muerte. En ese momento, la mujer lo envolvió en un abrazo
mortal, hundiéndolo en la tierra junto a ella. La tierra se cerró sobre ellos, dejando solo el eco de
los gritos desgarradores de Luis y la suave melodía nupcial que flotaba en el aire nocturno.
Desde entonces, en la fecha marcada, se dice que el panteón susurra los lamentos de un
hombre condenado mientras una mujer canta una canción nupcial que trae consigo la
penumbra del más allá.