28/10/2025
Qué curioso el amor cuando se entrega sin cálculo, se lanza primero el que más siente,
y se esconde el que menos puede.
Yo aposté la vida sin miedo,
tú apostaste el miedo por encima de la vida.
Mi corazón, voluntario al incendio;
el tuyo, soldado retirado de una guerra que nunca luchó.
Y aún así, dolía más tu distancia
que cualquier derrota.
Te di mi historia antes de que aprendieras mi nombre completo,
te ofrecí futuro aunque tú vivías huyendo del pasado,
te abrí la puerta incluso cuando tú
ya estabas escribiendo tu salida.
Mi corazón te hizo hogar,
el tuyo solo me hizo huésped incómodo.
Y mientras yo buscaba quedarme,
tú buscabas pretexto para la distancia.
Me volví experto en abrazar a quien ya se había ido,
en leer miradas que ya no querían decir nada,
en celebrar migajas como si fueran milagros.
Te cuidé hasta en tus silencios,
pero tú nunca escuchaste mis gritos.
Porque hay amores que en lugar de curarte,
te apagan el pulso,
te quitan el aire,
te borran el nombre…
y al final lo único que queda es distancia.
Pero aquí estoy, entero después del derrumbe.
Aquí estoy, sin pedir perdón por sentir.
Aquí estoy, limpiándote de mi piel
como quien arranca una espina que confundió con joya.
No me arrepiento de amar así, de frente, sin escudos, sin reservas.
Me arrepiento de haber pensado
que tu miedo y mi valentía
podían caminar juntos
sin que tú eligieras distancia.
Hoy mi corazón ya no ruega,
ya no insiste,
ya no se entrega donde no lo esperan.
Hoy soy yo quien pone fronteras,
quien se protege,
quien se elige primero.
Porque aprendí que amar no es correr detrás de alguien
que solo sabe alejarse.
Y sí, mi corazón lo puso todo…
pero ahora lo pone donde lo sepan cuidar.
Y si tu único aporte fue distancia…
te quedas allá, lejos.
Texto: David “Trukutru” Peral