Niño Santo

Niño Santo Página dedicada a las artes, a navegar el espíritu de las letras, que como la savia inundan. Iniciativa Universal del amor.

El fruto que da la fuente, el flujo que sella el corazón de nuestra voz. Dedico, de mi cuestionar intrépido, de mi humano libre y de mi corazón navegante. ��� Todo el contenido de esta página esta inspirado en la intención y vocación de ser conocimiento gratuito para el alma. Sabiduría al alcance de la mano; con la intención de co-crear juntos, navegar y realizar, el cielo en la tierra. Un propósi

to que ya está en tu ADN; pero que descubrirla juntos, en concordancia y cooperación siempre brindará mayores frutos.

22/09/2025

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Rafael Narbona, profesor de filosofía: "No se me ocurre una utopía más hermosa que un futuro donde los seres humanos pue...
22/09/2025

Rafael Narbona, profesor de filosofía: "No se me ocurre una utopía más hermosa que un futuro donde los seres humanos puedan entrar y salir del recinto de la soledad sin experimentar angustia o tristeza"

La soledad puede ser un terreno fértil donde germinan ideas y proyectos, pero cuando no se elige, se convierte en el páramo más desolador.

Victoria Solaris
24/08/2025

Victoria Solaris

24/08/2025

¿Cuál es mi plan de vida? ¿Jesús ocupa el centro de mis decisiones, proyectos y anhelos?

Sabiduría es flujo, sabiduría es esencia, sabiduría es verdad 🌟🥰🌻

Estamos todos los días autogenerando un cuerpo nuevo.

Soy esencia y no la tormenta

Soy la esencia y no la tormenta
Soy el juego y el arte y el flujo
Soy Humano, la sabiduría
Soy el fuego y el Sol.
Soy el amor, la verdad y la energía.🌀✨

A veces la actitud verdadera es la acción correcta; la acción es el flujo de no meditar en el no presente y entonces actuar y el camino es el carisma de ser sabios y usar mi aliento en consciencia 👍🏻🤍🌟✨👈🏻👉🏻🤌🏻🕊️🌛🤍🕊️☀️ energía amor e iluminación.🌛⭐☀️🕊️🤍
Llénate de deseos, llénate de plumas. Llénate de amor.

La acción presente es carisma consciente.

Mensaje del Guerrero Solar

Victoria Solaris
22/08/2025

Victoria Solaris

En un monasterio de las montañas de Kyoto, vivía el maestro Zen Seijuro. Era un anciano de barba blanca y ojos serenos, famoso porque enseñaba más con sus silencios que con sus palabras.

Un día llegó un joven monje llamado Haru, impaciente por aprender. Apenas se inclinó, empezó a hablar:

—Maestro, he estudiado los sutras, he practicado la meditación, he repetido mantras, pero aún no siento paz. Mi mente sigue como un caballo desbocado. ¿Qué me falta?

El maestro lo miró y, sin responder, se levantó. Caminó hacia un pequeño jardín interior donde había un estanque rodeado de piedras. Se sentó allí en silencio. Haru, confundido, lo siguió.

Pasaron unos minutos eternos en los que solo se escuchaba el viento entre los pinos y el canto lejano de un pájaro. Haru, inquieto, no pudo contenerse:

—Maestro, ¿no va a decirme nada?

Seijuro señaló el agua del estanque.
—Mira.

El joven se inclinó. El agua estaba turbia porque minutos antes él mismo había lanzado una piedra sin darse cuenta.

—¿Qué ves? —preguntó el maestro.

—Nada claro, solo ondulaciones.

Seijuro esperó en silencio. El viento cesó, el agua se calmó, y poco a poco el reflejo del cielo y los árboles apareció nítido.

—¿Y ahora? —preguntó de nuevo.

—Veo el cielo reflejado.

El anciano sonrió.
—Así es tu mente. Hablas, preguntas, corres, y todo se agita. Pero si guardas silencio, la verdad se refleja por sí sola.

Haru se sonrojó, comprendiendo la lección.
—¿Quiere decir que el silencio es la respuesta a todo?

—No a todo —corrigió el maestro—. Pero sin silencio no escucharás nada verdadero. Las palabras son como hojas secas: hacen ruido cuando el viento las mueve, pero el silencio es la raíz que sostiene al árbol.

El discípulo guardó silencio un instante, pero pronto volvió a hablar.
—Maestro, ¿cómo puedo aprender a callar mi mente si incluso cuando no hablo, dentro de mí todo grita?

Seijuro tomó una campana de bronce que estaba a su lado y la hizo sonar suavemente. El sonido puro vibró en el aire y luego se desvaneció.
—¿Escuchaste el final del sonido?

—Sí —respondió Haru.

—Ese momento es silencio. No es la ausencia de ruido, sino la presencia de todo lo que es. Entrénate en escucharlo, y tu mente aprenderá a descansar.

Haru cerró los ojos. Sintió el murmullo del viento, el crujido de la madera del templo, incluso su propia respiración. Por primera vez, no intentó pensar ni comprender: simplemente escuchó.

Después de un largo rato, abrió los ojos con lágrimas.
—Maestro, en el silencio me sentí más acompañado que nunca.

Seijuro asintió.
—Porque en el silencio te encontraste a ti mismo.

El joven respiró hondo.
—Entonces, ¿el silencio es el camino hacia la sabiduría?

—El silencio es el maestro —respondió Seijuro—. Yo solo soy un dedo que apunta hacia él.

Haru inclinó la cabeza con respeto. Comprendió que las respuestas que buscaba no estaban en los libros ni en las voces externas, sino en el espacio callado entre un pensamiento y otro.

Esa noche, en su celda, no encendió la lámpara ni abrió ningún texto. Se sentó frente a la ventana, escuchó la lluvia caer sobre el techo, y por primera vez en mucho tiempo, no sintió necesidad de preguntar nada más.

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