28/09/2025
En los libros de texto, los nombres se repiten como un eco: Newton descubrió la gravedad, Darwin explicó la evolución, Einstein nos habló del tiempo relativo.
Pero cuando abrimos esas mismas páginas y leemos que el elemento más abundante del universo es el hidrógeno… nadie pregunta quién lo descubrió.
No fue Newton.
No fue Darwin.
No fue Einstein.
Fue Cecilia Payne.
Nacida en 1900, desde joven tuvo que luchar contra el mundo. Su madre se negó a pagarle la universidad. Aun así, Cecilia ganó una beca en Cambridge. Terminó sus estudios, pero la universidad no otorgaba títulos a mujeres. No bastaba con ser brillante: había nacido en un mundo que no quería reconocerla.
Así que cruzó el Atlántico. Llegó a Harvard. Allí se convirtió en la primera persona en obtener un doctorado en astronomía en Radcliffe College. Su tesis fue tan revolucionaria que el astrónomo Otto Struve la calificó como “la tesis doctoral más brillante jamás escrita en astronomía”.
¿Y qué probó Cecilia? Que el Sol, y todas las estrellas, no están hechos principalmente de hierro o de tierra, como se creía, sino casi por completo de hidrógeno y helio. Ella fue la primera en decirlo. Ella lo descubrió.
Pero Henry Norris Russell, un colega influyente, la convenció de que callara. Años después, él mismo publicó el hallazgo, y la historia lo recordó a él.
Su contribución quedó silenciada. Sus obituarios ni siquiera mencionaron su mayor descubrimiento.
Aun así, Cecilia Payne siguió rompiendo muros. Fue la primera mujer en ser promovida a profesora titular en Harvard. Formó generaciones de científicos. Y, con una paciencia feroz, dejó claro que el universo entero estaba escrito en un lenguaje que ella había descifrado.
Cecilia Payne descubrió de qué está hecho el cosmos.
Y casi nadie sabe su nombre.
Es hora de que eso cambie.