
14/07/2025
—Los viejos ya nomás estorban…
—Son necios, no entienden que su tiempo ya pasó.
—Ni deberían andar en la calle, solo están robando oxígeno.
—Que se queden en su casa cuidando nietos o viendo novelas…
Eso decían dos jóvenes mientras hacían fila en el supermercado.
Hablaban en voz alta, como si nadie más importara. Pero justo delante de ellos, una mujer mayor los escuchaba en silencio. No volteó. No dijo nada. Solo apretó las manos sobre el carrito y se quedó mirando unas galletas que ni pensaba comprar.
Y no fue lo que dijeron lo que más le dolió… fue cómo lo dijeron.
Con esa seguridad cruel de quien cree que nunca va a llegar ahí.
La llamaron terca.
Y tal vez sí lo era.
Pero no por capricho.
Era terca porque la vida le enseñó a no rendirse fácil.
Porque aunque el cuerpo duela, aunque falten personas, aunque sobren recuerdos… todavía se levantaba y salía al mundo.
Porque aún le daba la gana vivir.
Dicen que ya no tiene nada que aportar. Que mejor se quede callada.
Pero si tan solo se detuvieran a escuchar…
Si supieran cuántas veces se tragó las lágrimas para no preocupar a nadie.
Cuántas veces cocinó con el alma rota.
Cuántas veces cuidó, enseñó, bendijo… aunque nadie lo notara.
Ella no respondió con palabras, pero por dentro pensó con fuerza:
“Como te ves, me vi… y como me ves, te verás.”
Porque el tiempo no perdona.
Y un día, serán ellos quienes caminen más lento.
Ellos quienes olviden algo.
Ellos quienes necesiten ayuda y no quieran pedirla.
Y ese día entenderán que no es terquedad.
Es orgullo.
Es dignidad.
Es el derecho de seguir aquí, con historia y con vida.
No, ella no está robando oxígeno.
Está respirando con gratitud.
Está envejeciendo con coraje, con la frente en alto y las botas bien puestas.
Y mientras pueda, seguirá empujando su carrito.
El del súper… y el de la vida.
Porque aún tiene mucho que contar.
Y aunque no la vean…
Ella vale.
—Susana Rangel 👵🏼☕️✍️💬