07/08/2025
"Declaración del oficial sobre el incidente"
Nunca imaginé que después de todo lo que hemos entrenado, después de tantos años sirviendo con honor, terminaría dando explicaciones por algo tan absurdo como esto. Pero así es el mundo de hoy: las redes sociales graban un segundo y olvidan el contexto. Y de pronto, un acto de auxilio se convierte en un escándalo viral.
Ese día patrullábamos la zona norte, como de costumbre. Yo iba con la oficial Torres, una compañera valiente, entregada y con la que he trabajado hombro a hombro desde hace tres años. De pronto, una llamada nos alertó de un disturbio cerca de un local abandonado. Acudimos sin perder tiempo. Al llegar, un sujeto armado salió corriendo al vernos, y sin mediar palabra disparó hacia nosotros. Uno de los proyectiles impactó a Torres.
El disparo fue directo, brutal, y le dio justo en la parte alta del muslo, muy cerca de la ingle. Cayó al suelo de inmediato. Yo, sin pensarlo, corrí a su lado y la vi sangrando. No sabíamos si la bala se había alojado o si había salido, pero estaba en estado de shock, y su cuerpo temblaba. Intenté mantenerla consciente mientras pedía refuerzos por radio. Ella gritaba, se retorcía… y sí, lo admito, sus gemidos eran confusos. Quien escuche el audio sin ver lo que realmente pasó puede pensar cualquier cosa.
Pero eso fue dolor, no placer. Eso fue el cuerpo reaccionando al trauma, no al deseo.
Tuve que meter mi mano —sí, mi mano desnuda, porque no podía perder tiempo con los guantes— entre su pierna ensangrentada para comprobar si la bala seguía ahí. Intentaba ejercer presión, detener la hemorragia. En esos momentos, lo único que importa es salvar la vida del otro, no cómo se vea desde afuera, no lo que piense un curioso con el celular en la mano.
Pero claro… alguien grabó. Solo unos segundos. Justo cuando ella gritaba más fuerte y yo tenía la mano en la zona más comprometida. La imagen se compartió, el video se volvió viral. Y los comentarios no tardaron en llegar: que si la estaba tocando, que si ella lo disfrutaba, que si era una escena de película para adultos en plena calle.
¿Y la verdad? La verdad es que logré detener la hemorragia antes de que los paramédicos llegaran. Que gracias a esa rápida intervención, Torres sigue viva. Que, aunque tuvo que ser intervenida quirúrgicamente, hoy puede caminar. Que me agradeció entre lágrimas porque, según los médicos, había perdido demasiada sangre y cada segundo contaba.
Lo irónico es que nadie grabó ese momento. Nadie subió el video cuando llegó la ambulancia. Nadie compartió la imagen de cómo cargué su cuerpo hacia la camilla, con mi uniforme empapado en su sangre. Solo el momento que malinterpretaron. Solo eso.
Ahora enfrento una investigación interna. Lo entiendo, es el protocolo. Pero lo que duele es el juicio público, los memes, los titulares amarillistas, la burla. Como si no bastara con haber visto a mi compañera al borde de la muerte, ahora debo soportar que digan que la estaba "tocando", cuando solo intentaba salvar su vida.
A veces, en esta profesión, lo que más duele no son las balas… sino las mentiras.