30/05/2025
“Lo hice por mi hijo”, te dijiste.
Pensaste que si te ibas, lo romperías.
Que si te quedabas, lo protegerías.
Y entonces… te quedaste.
Aguantaste insultos.
Silencios que pesaban más que los gritos.
Dormiste junto a alguien con quien ya no había amor…
o peor aún: con quien solo quedaba desprecio, tensión o una guerra muda.
Pero lo que no viste…
es que tu hijo no necesitaba que te quedaras.
Necesitaba ver a dos adultos emocionalmente sanos.
No a dos desconocidos que convivían entre el miedo y el rencor.
Tu hijo creció con la ansiedad de no saber qué ambiente habría hoy.
Con la confusión de creer que el amor se parece a resistir.
Que el cariño se mezcla con indiferencia.
Que familia es ese lugar donde nadie se ama, pero nadie se va.
Desde los ojos de un hijo:
“No sé por qué… pero siempre tengo miedo antes de que lleguen.
Cuando los escucho hablar, algo en mi pecho se cierra.
No quiero estar ahí…
Pero tampoco quiero que se separen.
Porque si se separan… ¿será por mi culpa?”
Un caso real: Luca, 13 años.
Crisis de ansiedad, enuresis nocturna, gastritis nerviosa.
En casa, los padres se gritaban o se ignoraban.
Dormían juntos, pero vivían como enemigos.
Nadie decía nada, pero el ambiente lo gritaba.
Lucía solo expresó una frase en terapia:
“Ojalá se divorciaran… al menos podríamos respirar en casa.”
Una pregunta que transforma:
Haz este ejercicio con el corazón abierto:
Pregúntate:
¿Estoy criando desde el amor… o desde el miedo a romper la familia?
Y si descubres que te quedaste para no romperlo…
mira con honestidad lo que realmente le estás enseñando:
Que se ama a costa del alma.
Que los afectos se guardan, se tensan… se tragan.
Que sobrevivir juntos es más importante que vivir en paz.
Tu hijo no va a agradecerte ese “sacrificio”.
Va a necesitar años para sanar las heridas invisibles de una casa sin amor.
Porque no lo protegiste al quedarte…
Lo confundiste.
Y ahora, también él, está aprendiendo a amar desde el miedo.
Recordatorio amoroso:
Una separación no rompe a un hijo.
Lo que lo rompe…
es crecer en una casa donde el amor se fue,
pero el miedo se quedó a vivir.