25/09/2025
¡PUES TAL PARECE QUE VAN A EMPEZAR A CAER LOS PECES GORDOS!
En un país donde los altares se llenan de billetes manchados de s4ngr33, ha estallado un escándalo que ni las bocinas de la mañanera podrán disfrazar con letanías de esperanza reciclada.
El hijo predilecto del falso redentor, Andy López Beltrán, ha sido exhibido como el nuevo becerro de oro del huachicol fiscal. No un simple ladrón, sino el gran chupasangre de la Hacienda nacional, el que ordeña al erario con colmillos afilados y deja al pueblo con los bolsillos vacíos y la panza hueca.
Quinientos mil millones de pesos evaporados como incienso m4ldit*, dinero que nunca vio la mesa del obrero, ni la medicina del hospital, mucho menos las y los niños con cáncer, pero sí los bolsillos de este p4rásit** coronado por el poder de su padre.
El teatro de la “cuarta transformación” se tambalea como templo podrido, porque su heredero de plastilina ha demostrado que el discurso anticorrupción era solo un disfraz barato de carnaval, un maquillaje de payaso en la cara del saqueo.
Mientras nos vendían la fábula de una patria limpia, Andy organizaba un aquelarre de contrabando donde el combustible corría como vino en misa profanada.
Dieciocho mil millones de litros de gasolina ilegal disfrazados de lubricantes y alcoholes. Y ahí estaban los burócratas podridos de Morena, esos perros de alquiler, cuidando al cachorro real, lamiéndole las botas de oro sucio, protegiendo el festín de corrupción como guardianes drogados en la puerta del in****no.
Las aduanas, entregadas a militares que presumen disciplina de hierro, resultaron ser coladeras oxidadas por donde se cuela el fango del contrabando.
La marina y el ejército, disfrazados de cruzados de la legalidad, terminan como monaguillos de feria, recogiendo las migajas de la corrupción mientras el verdadero banquete se lo traga el niño del caudillo.
No son muros de acero contra el crim3n, son cortinas de humo que apenas ocultan el hedor del estiércol. Y en ese hedor se revuelca Andy, vestido de lujo ilícito, bañándose en whisky importado y autos blindados, mientras el pueblo mastica tortillas sin carne y se traga la farsa de que alguien, algún día, combatirá la corrupción.
La hipocresía es tan grotesca que ya no necesita máscaras. El populismo de Morena se desnuda como lo que siempre fue, una iglesia torcida donde el pastor vive en palacios y los fieles rezan en cuartos húmedos.
“Primero los pobres”, gritan con las manos en el bolsillo ajeno, mientras los pobres se pudr33n en colas de hospitales vacíos.
El huachicol fiscal no es un accidente ni un error. Es la doctrina oficial, la hostia consagrada del nuevo evangelio político.
Porque aquí no gobierna un mesías, sino una familia de vampiros que encontraron en la patria un cadáver jugoso para su festín eterno.
Y no me vengan con cuentos de inocencia.
Todos lo sabían.
Todos lo encubrieron.
Todos los que levantan el puño y gritan: ¡Es un honor estar con Obrador! se arrodillan frente al altar del saqueo.
Cada diputado servil, cada senador arrodillado, cada funcionario vendido es cómplice del crimen.
Son los apóstoles de un Cristo falso, los escribas del fraude, los fariseos del populismo.
Han vendido el alma de la nación por un hueso político y un plato de lentejas manchado de petróleo robado.
El marketing de la esperanza se ha vuelto la publicidad de la podredumbre.
La propaganda que antes sonaba a promesa ahora retumba como burla.
No es Andy el único, es el símbolo obsceno de lo que siempre estuvo ahí: un sistema podrido que se viste de virtud, un carnaval de santos de yeso que esconden ratas en el altar.
Y mientras tanto, el pueblo observa, anestesiado por la televisión y las limosnas de programas sociales, como si no entendiera que lo que se les da con una mano se roba multiplicado por mil con la otra.
La verdadera traición no está en los despachos de aduanas, sino en las gargantas que aún corean vivas a los verdugos.
¿Usted qué opina?
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