27/10/2025
LOS MU3RTOS OLVIDADOS DE PARRAS DE LA FUENTE: UNA MIRADA AL SILENCIO QUE HABITA EL PANTEÓN DE SAN ANTONIO
Por.- Edgar Silva
En el corazón de Parras de la Fuente, donde las bugambilias trepan por los muros antiguos y el viento susurra entre las calles empedradas, existe un lugar donde el tiempo parece haberse detenido: el Panteón de San Antonio. Más allá de ser un sitio de descanso eterno, este camposanto es un testimonio silente de las vidas que alguna vez transitaron por nuestra tierra y que hoy, por el paso del tiempo o la ausencia de deudos, han caído en el olvido.
No todos los mu***os son iguales. Algunos parten rodeados de flores, rezos y memorias que se renuevan cada Día de Mu***os. Otros, en cambio, se desvanecen lentamente de la memoria colectiva, sin una vela encendida ni una oración que los nombre.
Entre ellos están los que la pobreza empujó a una fosa común, pero también aquellos que, pese a haber tenido familia, amigos o fortuna, han quedado sin quien les recuerde.
Caminar por el Panteón de San Antonio es encontrarse con lápidas cubiertas de musgo, nombres que suenan a otras tierras —apellidos con acento francés, alemán o inglés— y fechas que se remontan al siglo XIX. Son tumbas que narran la historia de migrantes, comerciantes, soldados o viajeros que encontraron en Parras su último destino. Muchos de ellos llegaron con sueños, otros huyendo de guerras o buscando fortuna. Hoy, sus nombres apenas se leen entre las grietas del mármol.
La frase popular “no muere quien se va, sino quien se olvida” cobra un sentido profundo al recorrer estas criptas abandonadas. Cada tumba sin flor, cada nicho sin nombre visible, es un eco del olvido.
Y, sin embargo, en ese abandono también habita una forma de memoria: la de los curiosos, los historiadores locales, los estudiantes y vecinos que se detienen a leer, a imaginar, a reconstruir las vidas que allí descansan.
El olvido no siempre es intencional. A veces es el tiempo quien borra los lazos, quien disuelve las familias, quien apaga las veladoras. En otras ocasiones, es la migración, la distancia o la indiferencia lo que deja a los mu***os sin compañía. Pero en un pueblo como Parras, donde la historia se respira en cada rincón, resulta urgente mirar hacia esos rincones del panteón que nadie visita.
El Panteón de San Antonio no solo guarda restos; guarda relatos. Es un archivo de piedra y tierra donde se cruzan las historias de quienes hicieron y deshicieron a su antojo en vida. Algunos fueron figuras públicas, otros simples trabajadores. Todos, sin excepción, dejaron una huella, aunque hoy solo queden fragmentos de sus nombres y fechas como pistas de su paso.
Quizá sea momento de repensar nuestra relación con la memoria. ¿Qué podemos hacer como comunidad para honrar a quienes ya no tienen quien los recuerde? Tal vez una caminata anual, una jornada de limpieza, una lectura de nombres olvidados. Porque en cada tumba sin flores hay una historia que merece ser contada, aunque sea una vez más.
Recordar a los mu***os olvidados es también reconocernos en ellos. Porque todos, tarde o temprano, seremos parte de esa tierra. Y si algo nos une como comunidad, como pueblo, es la capacidad de mirar hacia atrás con respeto, con gratitud y con la certeza de que la memoria es el único antídoto contra el olvido.
TV Parras