02/11/2022
El jueves pasado nos enteramos, a raíz de un hallazgo de Sandra Romandía en las filtraciones de , de que López Obrador dedica muy poco tiempo a sus responsabilidades públicas.
Su horario normal de trabajo corre, básicamente, de las 6 a las 9 de la mañana: reunión con el gabinete de seguridad y conferencias matutinas.
La agenda presidencial, después, no suele registrar otros compromisos, salvo cuando sale de gira para supervisar alguna obra o visitar algún estado. “De acuerdo con las agendas obtenidas por el hackeo”, escribe Romandía, “el presidente rara vez tiene alguna actividad laboral después de la mañanera”.
¿Entonces quién gobierna? se preguntaba ayer, entre nostálgico y provocador, Gibrán Ramírez.
Sin embargo, conociendo el escaso interés de López Obrador por los detalles de la política pública y su proverbial impaciencia ante los ritmos y las dinámicas de la administración pública (ese “elefante reumático”, como lo llama con desprecio de libertario), no me parece tan mala noticia.
Y habiendo visto, además, el menudo fiasco que han sido las prioridades de su gobierno (el nacionalismo energético, la austeridad republicana, el Tren Maya, la refinería Dos Bocas y el aeropuerto Felipe Ángeles,) creo, de hecho, que quizá es mejor así. Porque todo, siempre, puede ser peor.
Lástima que el presidente no gobierne pero, de todos modos, mande.
Lee la columna completa de Carlos Bravo Regidor en https://politica.expansion.mx/voces/2022/11/01/hay-gobierno