01/12/2025
"LOS PUÑOS DEL PODER Y LA COSTRA QUE LOS UNE"
POR ¡Despierta BCS!
La fotografía lo dice todo: dos puños en alto, cuero y músculo; la pose no es de abrazo ni de consuelo sino de conquista. Víctor Castro y Omar Zavala, gobernador y secretario del trabajo, posan como si tuvieran la sartén por el mango. Es una imagen pensada para transmitir fuerza; para quienes la miran con ojos críticos, transmite algo más peligroso: avasallamiento, cierre de espacios democráticos y el desprecio por la ciudadanía que sufre.
Baja California Sur no vive en una fantasía, los indicadores y las notas periodísticas de los últimos meses dibujan una entidad que arde entre violencia y cuestionamientos sobre la gobernabilidad. Reportes periodísticos registran un aumento notable de homicidios, desapariciones y hallazgos de fosas clandestinas.
Al mismo tiempo, la percepción ciudadana y la arena política se llenan de señalamientos. Encuestas y análisis de opinión muestran un rechazo contundente al desempeño del gobierno estatal en materias como seguridad y transparencia. Y sobre esa base, actores políticos incluso desde el Senado, han alzado la voz para advertir sobre riesgos de complicidad institucional, vínculos entre servidores públicos y estructuras criminales, y una preocupante descomposición del estado de derecho.
Hace poco, la Fiscalía y los tribunales han vinculado a proceso a decenas de exfuncionarios por presuntos delitos de corrupción, un dato que debería invitar a la reflexión: la captura del Estado no siempre es orgánica, a menudo se consolida mediante redes de lealtades, influyentismos y beneficios mutuos. ¿Quién toma decisiones detrás de los discursos de “transformación”? ¿Quién reparte contratos, empleos y favores?
Frente a ese paisaje, la imagen del puño no es una foto inocente. Es un símbolo que sintetiza para muchos el monopolio de poder que describen los cronistas y las investigaciones: familias que se reparten espacios, partidos que fingen antagonismo mientras reproducen los mismos vicios, y medios que, por conveniencia o por miedo, moldean la narrativa. El puño es, en ese sentido, un recordatorio de que el poder no solo se ejerce en despachos, también se performa para reforzar la hegemonía.
Pero hay una pieza que la pose busca silenciar: la comunidad. Mientras los de arriba exhiben símbolos de fuerza, las calles piden algo distinto, no más gestos de fuerza, sino rostros reconocibles de la vida social. Una mujer, un obrero, un maestro, un dirigente comunitario, respaldado por su gente, la política verdadera no es la exhibición del músculo, sino la rendición de cuentas, no es el puño en alto, sino la mano abierta que devuelve lo tomado: espacios públicos, oportunidades, seguridad y justicia.
El llamado que surge de esta crítica no es a la protesta por la protesta, es a la participación informada y sostenida. Votar no solo es marcar un papel y depositarlo en la urna; es exigir mecanismos de vigilancia ciudadana, fiscalización efectiva y prensa independiente que cuide sus fuentes y a sus lectores. Si hay procesos judiciales en curso, que sigan su curso; si hay denuncias de nepotismo o influyentismo, que se investiguen con transparencia y se castigue. No puede haber neutralidad cuando la democracia se devora a sí misma.
Contra el espectáculo del poder, la respuesta debe ser construcción social: organizaciones comunitarias robustas, asambleas locales, exigencia de audiencias públicas, observatorios ciudadanos de contrataciones y un periodismo comprometido con documentos y fechas. La ciudadanía debe transformar la indignación en arquitecturas de control que impidan que los mismos apellidos vuelvan a acomodarse en las mesas del poder.
La foto del puño es un aviso, no un destino. Que la imagen sea contrapuesta por otras, por la de una mujer destacada emanada del pueblo, rodeada de su gente, por la del joven maestro que sostiene el proyecto de su comunidad y que esas imágenes sean las que dominen las plazas y las redes. Despertar es, también, aceptar la incomodidad de la responsabilidad.
Baja California Sur no necesita más fotos de poder; necesita públicos activos que hagan del voto y de la vigilancia los nuevos emblemas de la fuerza.