02/11/2025
| El amor según Romeo y Julieta.
Por Ricardo G. Bastida.
Es muy común que cuando pensamos en el amor, una de las referencias que más se ha permeado hasta nuestros días sea Romeo y Julieta como la idealización de un amor que está dispuesto a darlo todo, incluso la vida.
Romeo es impulsivo, consumido por sus propias pasiones hasta el punto de cometer su acto final de amor. Julieta, tan entregada y apasionada, lo sigue en ese destino, convencida de que nada podría separarlos. Ambos encarnan esa fuerza irracional que a veces creemos indispensable para amar.
Al final, creo firmemente que todos hemos tenido un amor así: hecho de premura, de pasión, y a veces de irracionalidad. Pero es justamente eso lo que desata el problema que consumió a Romeo y Julieta, citando a Shakespeare: “Estos violentos placeres tienen fines violentos.”
Aun así, creo que hay algo profundamente valioso en la historia de ambos: la disposición de hacer lo imposible el uno por el otro. Sin embargo, cuando una persona está completa y lista para amar, no lo hace desde la carencia ni desde el miedo, sino desde la plenitud. Quizá ese sea el verdadero aprendizaje que nos deja Romeo y Julieta: que el amor no debería nacer del vacío, sino de la abundancia de uno mismo.
Porque si bien Shakespeare nos mostró el extremo del amor romántico —aquel que todo lo consume y todo lo arriesga—, también nos invita a reflexionar sobre sus límites. Amar no debería significar perderse, sino encontrarse con el otro sin dejar de ser uno mismo. Al final Romeo en su impulsividad pierde el amor que tanto anhelaba,
En una época donde confundimos intensidad con profundidad y dramatismo con entrega, Romeo y Julieta sigue siendo espejo y advertencia. Nos recuerda que el amor es fuego, sí, pero que el fuego también puede iluminar o destruir, dependiendo de cómo lo sostengamos.
Y quizá por eso, después de todo, seguimos hablando de ellos. Porque en cada mirada que nos sacude, en cada historia que nos desborda, buscamos un poco de ese amor que trasciende el tiempo —aunque ahora, con suerte, sepamos que el verdadero amor no muere trágicamente, sino que permea a través de nosotros para quedarse.