20/11/2025
Cuando un libro te lleva al límite, al desvelo, a la ansiedad, a la desesperación, al asco, al miedo, a sentir emociones tan diversas que logran que las uñas se entierren en la tapa como si eso aligerara la carga en el pecho, entonces nos encontramos ante un buen libro.
La última recta del año la dedique a cosas bastante oscuras y tétricas y me leí a Bazterrica, a Irene Solà, a Lovecraft, a China Mieville y este de Crisálida y de todos, este último era el de los peores comentarios, seguramente de quienes tuve noción, solo habían leído el principio o se fueron en la escalera de comentar sobre lo que comentó otro, pero sin hablar de la obra en sí y debo decir que esta se lleva de calle a los que antes mencioné. Lovecraft es ya un maestro del que se esperan los resultados así que es cuenta aparte y Bazterrica y Solà en realidad no son lo que dicen, y si bien pueden no ser malas, sobre todo Solà, en estos momentos creo que más bien traen el turbo del empuje de la literatura femenina. Lo dejo ahí para que no se me tergiversa como al Taibo.
Sí, la premisa del libro es como la película del Capitán Fantástico con Vigo Mortensen, pero nada más. Un padre con delirios anticapitalistas se retira al bosque de la m***aña con toda su familia, su esposa y sus cinco hijos, el Capitán, el personaje principal, aunque su aspiración es una libertad fuera de los límites del sistema, se convierte de inmediato no en un líder de manada sino en una figura totalitaria que a través del miedo y la fuerza controla a los indefensos, les borra el nombre y la narradora pasa a llamarse Nadie. Ella desde el inicio del abandono de la civilización percibe la presencia de algo maligno, de un demonio o de un ser que les sigue los pasos y lo ve, con sus ojos amarillos y sus uñas descarnadas. Nadie ha despertado en una cama de hospital, de un manicomio más bien, perdido en las m***añas y quienes la han rescatado, quieren saber dónde están los otros de los que ella habla, sus hermanos y sus padres, saber si están perdidos en la m***aña, así, la historia entonces se narra en los ojos de la misma persona en dos tiempos diferentes. Nadie va armando sus recuerdos, los de sus hermanos pequeños y los de su madre, los de como fue instalarse en el bosque, sentir la presencia de ese ente maligno asechando y viendo como cada uno de los miembros de su tribu empieza a sumergirse en la locura mientras un instinto salvaje e irracional empieza a aflorar en cada uno por muy infantes y párvulos que sean.
La inocencia se va perdiendo entre el competir por la comida y el pasar del frío del invierno. Su hermano el más pequeño sucumbe a la helada, su madre enloquece y se suicida derivado de este hecho, el capitán les ha enseñado a ser fuertes a base de golpes y castigos y a sobrevivir a toda costa, así que lo matan en una orgía de salvajismo y podredumbre, y lo dejan allí, en medio de su territorio y de sus hogar a que los gusanos se lo coman, a qué lo devore el bosque, no es el único con esa suerte.
Ya no hay vuelta atrás, los cuatro sobrevivientes, los niños que siguen vivos son ahora un reflejo de todo lo malo que habita el ser de los hombres, de todo lo vil y oscuro y aunque nuestra protagonista es sin lugar a dudas una víctima, el resultado de sus actos nos llevarán a despreciarla profundamente.
En el hospital llega un día en qué ya no hay nadie, solo queda Nadie y el recuerdo de lo que su padre el Capitán quiso enseñarles que era la libertad...
El final es un final de esos que te dejan sin aliento, que te hacen rebobinar las escenas leídas en cámara rápida para conectar los detalles, para saber que estás ante un verdadero relato de terror.
El final, inesperado, cruel y terrorífico le pone la cereza del pastel a este revoltijo de emociones.
Por momentos, los escenarios de Irene Solà se mezclan con la violencia de Cormac McCarthy, por momentos los tétricos espacios de la novela gótica y del folk horror se mezclan con interpretaciones esquizoides de otros ojos que presencian la historia aunque son el personaje principal.
No hay mucho que decir. Este año en cuanto a los libros me dejó dos lecturas que de inmediato brincaron en la lista para ponerse en primeros lugares. Son polos opuestos, uno habla del perdón y la bondad de Dios y es una maravillosa obra llamada Silencio de Shusaku Endo. El segundo es Crisálida, de Fernando Navarro y aunque está llena de maldad, no proviene del in****no sino del corazón del ser humano y en todo lo que puede convertirse, no por eso deja de ser menor.
Hay libros que se quedan en la piel y en la memoria, así es Crisálida, se me ha vuelto a erizar la piel mientras escribía estás letras.