09/05/2025
- El tlecuitl, el metate y el metlapil, eran el corazón de la vieja cocina.
La vieja cocina tenía una pared hecha de adobes y otra parte estaba hecha de piedras con lodo, la parte de enfrente cubierta con tejamaniles desde el suelo hasta donde empezaba el tejado y en el centro, una pequeña puerta hecha de tablas con una garrocha de huejote, que servía para atrancar la puerta por las noches. Las tejas eran de barro rojo que la sostenían gruesas latas y calehuales apoyadas en unos pilares de adobes.
Todos los días por las mañanas, mi madre rociaba agua con una pequeña jícara para barrer con una escoba de varas el piso de tierra, lo hacía antes de encender con rajitas de ocote la leña en el tlecuitl, solo esperaba que llegara la masa del molino y enseguida ponía a calentar el comal. Diariamente lo hacía y era un verdadero ritual, lo limpiaba con cal, nexayote y unas hojas de totomoxtles hasta que el comal quedaba muy blanco. Arrimaba el chiquihuite con su servilleta blanca de algodon con flores y pequeñas aves bordada por ella misma, era su pasión hacer bordados. Una pequeña cubeta con agua limpia, su máquina de hacer tortillas que era de madera y suficiente leña para atizárle al comal.
Al hacer las tortillas se hincaba sobre un pequeño petate y cuando no había, lo hacía sobre un costal de henequén con unas mantas encima para que no se lastimára las rodillas ya que por la situación tan precaria, no había para poner en alto el tlecuitl. Era entonces que de la cubeta; vacíaba sobre el metate la masa y con el metlapil, le daba otra molida rápidamente. Amasaba y palmeaba una y otra vez hasta que la masa tuviera la consistencia deseada.
Después se persignaba y hacia pequeñas bolas de masa y enseguida, aplastaba una a una con la máquina. Pasaba la tortilla de una mano a otra y la soltaba suavemente sobre el comal, así lo hacía hasta terminar con toda la masa. Recuerdo cuando a una tortilla le ponía un poco de sal y con un poquito de agua la cerraba y la oprimía diciendo que me comiera mi pollito.
Recuerdo ver a mis hermanos, todos ellos pequeños, a mi padre y a mi querida madre, todos sentados alrededor del tlecuitl, el alimento por muy sencillo que fuera, era verdaderamente delicioso. Ahora añoro esos días, esos días de unión, de estar todos juntos, añoro el humo que a veces nos hacía llorar porque la leña estaba húmeda o verde, añoro el aroma de las tortillas y la comida recién hecha, añoro ver a mi madrecita acomodada sobre su petate platicando sus historias, añoro el momento en que nos llamaba a todos... para ir a comer-.
Fotografía: metate y metlapitl con masa, crédito a quien corresponda.