04/07/2025
ESTAMOS SOLAS
Por: Angeles Barrios
Dos mujeres en diferentes ciudades, Puebla y Tampico, denuncian por redes sociales agresiones por parte de sus maridos. Coincidencia del destino: ambos son médicos.
Las denuncias públicas en mayo y julio, respectivamente, van acompañadas de videos y audios. No obstante las quejas son minimizadas o reviradas por los presuntos agresores en el intento de silenciar lo que ya se ventiló.
El caso de la denunciante en Puebla, además de la agresión física que sustenta con video, señala violencia vicaria, hijos retenidos por el esposo, todo envuelto en lo que parece una venganza macabra.
En 2019, desde la ciudad de México, Abril Pérez Sagahón denunció públicamente y ante el Ministerio Público, la violencia doméstica que infringía su esposo contra ella, un ex director de reconocida empresa de comercio electrónico en el país..
Su relato de cómo fue golpeada con un bat de béisbol por el agresor y cómo sobrevivió a esto, estremeció a más de una. Denunció una y otra vez el miedo, la persecución, el hostigamiento que vivía. Finalmente el 25 de noviembre de ese año, justo en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, Abril fue atacada a balazos.
No vivió para contar quiénes fueron los responsables. Tristemente ahora su historia se recuerda como uno de los más virales y escandalosos feminicidios.
Este jueves, en otro contexto, una joven comunicadora fue detenida por la Guardia Estatal, en medio de un conflicto vecinal.
Ocurrió en Tampico y sorprende que son mujeres las que incitan a que sea detenida y esposada, con el falso juicio de haber cometido un delito, lo cual no ocurrió. Mujeres que aplaudieron su desgracia.
Abiertamente sus derechos como ciudadana fueron violados y tuvo un trato abusivo, sin que NADIE lo impidiera o la defendiera y además de su imagen difundida decenas de veces como un castigo de aquellos que instantáneamente se erigieron jueces.
Soy lectora de los casos inicialmente presentados y testigo de la privación de la libertad de mi colega, de la desesperación de su familia, amigas y compañeros.
Veo estos casos y al mismo tiempo cómo deambulan madres desesperadas de un lado a otro con hijos desaparecidos sin saber qué hacer, sin sentir el apoyo y la escucha, veo y palpo tristemente esta soledad de no sentir el respaldo, de no tener la credibilidad de una creciente violencia que puede terminar en cárcel o muerte.
Ellas, esas otras mujeres y nosotras, las que pedimos ayuda para evitar atropellos, para decir ¡BASTA!, parecemos invisibles.
Estamos solas.