25/07/2025
“EL NIÑO QUE CARGABA LOS BOTES DE SU ABUELA PARA QUE NO SE QUEDARAN SIN COMER”
En un barrio humilde de Monterrey, todos conocen a Emiliano.
Tiene 11 años y es de esos niños que parecen más grandes por dentro que por fuera.
Su mamá murió cuando él tenía 5.
Su papá trabaja en otra ciudad y manda dinero cuando puede.
Emiliano vive con su abuela, doña Petra, una mujer de manos arrugadas que cocina en la calle para vender.
Hace guisados en botes grandes: arroz con leche, frijoles con manteca, calabacitas con elote.
Pero a veces, le tiemblan las piernas. Ya no puede cargar los botes al puesto.
Ahí es donde entra Emiliano.
Cada mañana, antes de ir a la escuela, le ayuda a su abuela a cargar los botes hasta la esquina.
Uno por uno.
Aunque pese más que él.
Aunque le duelan los hombros.
Aunque a veces los otros niños se rían y le digan “niñera de abuela”.
A Emiliano no le importa.
Sabe que si no lo hace, no hay comida ese día.
Sabe que cargar los botes no es solo cargar comida: es cargar la vida entera de su familia.
Un día, una vecina le preguntó:
—¿No te cansas?
Él respondió algo que se quedó flotando en el aire:
—Me canso menos de cargar los botes que de ver a mi abuela preocupada.
La historia se supo porque un vecino le tomó una foto.
Ahí estaba Emiliano, con la espalda doblada, sonriendo, con un bote de arroz con leche en los brazos.
La imagen se hizo viral.
Mucha gente ofreció ayuda, pero Emiliano pidió solo una cosa:
—Que no nos dejen de comprar. No queremos caridad. Solo queremos seguir trabajando.
Hoy, Emiliano sigue cargando botes cada mañana.
Va a la escuela después, hace la tarea en la noche.
Y cuando alguien le pregunta qué quiere ser de grande, siempre dice lo mismo:
—Quiero ser fuerte.
No para levantar pesas.
No para presumir músculos.
Para poder seguir cuidando a los suyos, aunque el mundo pese más de lo que debería.
— Relato registrado por Brenda Paredes, cronista de las infancias que cargan más de lo que cuentan.