28/08/2025
"La tolerancia no significa falta de compromiso con las propias creencias. Más bien condena la opresión o persecución de los demás". John F. Kennedy
Por: Luis Alberto Bravo.
El Senado en ruinas: cuando la barbarie se disfraza de política.
Por más que uno intente encontrarle sentido al caos, hay momentos en que la realidad política mexicana supera cualquier ficción. Lo ocurrido el miércoles 27 de agosto en el Senado de la República no fue un simple altercado entre legisladores: fue una afrenta directa a la investidura, al civismo, y a la dignidad institucional del país. Alejandro “Alito” Moreno, presidente nacional del PRI, agredió físicamente al senador Gerardo Fernández Noroña, presidente de la Mesa Directiva, justo después de entonar el Himno Nacional. ¿Qué clase de mensaje se envía cuando la máxima tribuna del país se convierte en un cuadrilátero?
La tribuna convertida en ring
La sede de Xicoténcatl, que debería ser el templo del debate, se ha transformado en escenario de empujones, insultos y amenazas. Lo que antes era símbolo de civilidad democrática, hoy parece una parodia grotesca de lo que alguna vez fue el Senado. ¿Qué sigue? ¿Una alberca de lodo para que se desenvuelvan con “más libertad y decoro”? Porque si de espectáculo se trata, ya ni el Congreso de los Estados Unidos en sus peores días nos supera.
La violencia institucionalizada
No hay justificación posible. No hay contexto que lo excuse. Que un senador, además dirigente nacional de un partido, se lance a los golpes contra el presidente del Senado, y además agreda a un trabajador del recinto, es un acto que debería encender todas las alarmas. Y sin embargo, lo que vemos es cinismo. Moreno se presenta como víctima en redes sociales, advierte con tono amenazante “nos vemos el 1 de septiembre en la Cámara de Diputados”. ¿Qué pretende? ¿Advertirnos que el próximo informe presidencial será otro episodio de violencia?
¿Con qué cara exigimos civismo?
¿Cómo pedirles a los niños que respeten los honores a la bandera si sus representantes se insultan y golpean justo después de entonar el Himno Nacional? ¿Con qué autoridad moral se les enseña ética cuando los senadores se comportan como porros universitarios? La barbarie no se improvisa, se alimenta. Y todos, desde el silencio o la burla, la hemos permitido.
¿Y el reglamento?
El reglamento interno del Senado no es un adorno. Es momento de aplicarlo con firmeza. La solicitud de desafuero contra Moreno y otros legisladores priistas ya está sobre la mesa. Si no se sanciona este tipo de conductas, el Senado perderá no solo el respeto del pueblo, sino su razón de ser. No se puede legislar desde la violencia. No se puede representar a la nación desde el odio.
Noroña, el blanco fácil
Podemos estar o no de acuerdo con la forma de hacer política de Fernández Noroña. Pero nadie puede negar que ha sido uno de los pocos que ha enfrentado al poder sin titubeos. Y eso, en tiempos de simulación, incomoda. Lo que vimos no fue un enfrentamiento: fue una agresión cobarde, planeada y ejecutada con alevosía. Y si hoy se le señala como “el nuevo peligro para México”, no es por lo que hizo, sino por lo que representa: la voz incómoda que no se calla.
¿Quién nos representa cuando el Senado se convierte en espectáculo de circo?
Lo que ocurrió no es un incidente aislado, es el síntoma de una enfermedad que corroe desde dentro a nuestras instituciones. Si el Senado no se respeta a sí mismo, ¿por qué habría de respetarlo el pueblo? Si los legisladores se comportan como pandilleros con fuero, ¿qué autoridad tienen para legislar sobre seguridad, justicia o educación?
No se trata solo de sancionar a Alito Moreno. Se trata de preguntarnos por qué hemos normalizado la violencia como herramienta política, por qué permitimos que el cinismo se disfrace de liderazgo, por qué seguimos aplaudiendo a quienes no tienen ni el mínimo decoro para representar a una nación entera.
¿De verdad vamos a seguir tolerando que la máxima tribuna del país se convierta en un lodazal de provocaciones, golpes y amenazas? ¿O vamos a exigir que quienes ocupan esas curules estén a la altura del país que dicen representar?
Porque si no se pone un alto hoy, mañana no quedará nada que defender. Y entonces sí, que nadie se atreva a hablar de democracia, de república o de civilidad. Porque lo que tendremos será solo una simulación grotesca, sostenida por gritos, golpes y vergüenza.