23/07/2025
"cuidado con lo que dices"
Luego de pasar una semana en el hospital por un parto complicado, llega el momento de regresar a casa con mi bebé. Mientras iba en el bus, pensaba en qué iba a hacer para sobrevivir. Me estaba quedando dormida en el bus, ya que no había descansado bien esta semana, y en un segundo apareció el padre de mi hijo, y yo me estaba arreglando para salir a cenar con él en aquel viejo restaurante, como todos los viernes por la tarde. Me sentía viva... feliz... como si no me faltara nada en este mundo. Pero, de repente, todo cambió.
Estaba en mi habitación cuando le mostré la prueba de embarazo, y su expresión fue de decepción. En ese momento me dijo aquellas palabras: ¡Te dije que no quería tener hijos! —Pero amor... —¡Nada! ¡Yo te lo dejé bien claro! O te deshaces de eso o me voy de aquí. —Está bien, si quieres irte, pues vete. No haces falta.
El sonido de un rayo me despertó. Solo falta una parada para llegar. Al llegar a casa, estaba todo ordenado como lo había dejado para la llegada del bebé.
Al pasar tres meses, las cosas cambiaron. No podía con esta responsabilidad yo sola. Me sentía cansada, estresada y sin ganas de hacer nada. Sentía que había alguien más en casa que nos molestaba a mí y a mi bebé en las noches... Casi no dormía bien por estar pendiente de mi hijo. El cabello se me caía cada vez más seguido. Escuchar el llanto de mi hijo me aturdía cada vez más, al punto de que cerraba la puerta del cuarto para no escucharlo. No se sabía qué hacer, todo era difícil.
Una tarde, haciendo lo último que quedaba de su alimento, me llaman a la puerta. Voy a ver quién es y me doy cuenta de que era un agente domiciliario, diciendo que tenía facturas por pagar y que me darían una semana nada más o me tendrían que sacar.
Regresé adentro, pensando cómo pagar todas esas deudas pendientes que tenía en mis manos. Vuelvo a la cocina y, en un descuido, se me cae al piso la olla, provocando un desastre y quemando mis pies. Grité: ¡ay!
Mientras veía todo el piso hecho un desastre, las facturas regadas por todas partes, mi bebé comienza a llorar. Las quemaduras en mis pies eran dolorosas. En ese mismo instante comienzo a escuchar los chillidos... Eran los mismos chillidos que de noche escuchaba.
Comencé a gritar y decir una cantidad de cosas cuando dije: "¿Qué es lo que quieres de mí?" ¡Llévate lo que quieras, pero vete!
En ese momento, el viento abrió las ventanas de la cocina, haciendo un desastre dentro de la casa, revolviendo todo como si buscara algo... Sentí como si algo entró a casa de manera furiosa y desesperada. Quedé paralizada al escuchar que el llanto de mi bebé no venía de la habitación... sino del patio. Me asomé por la ventana y no podía creer lo que estaba viendo... Vi cómo una criatura de baja estatura, un poco brillante —un gnomo de jardín— cargaba a mi bebé y se dirigía con prisa al bosque...
Tus Peores Miedos