10/07/2025
UN GRANDE DE FRONTERA, CENTLA: CANEK "EL PRINCIPE MAYA"
Creció en el puerto de Frontera, municipio de Centla, Tabasco. Era un niño alto, vivaz, apasionado por el futbol y el boxeo. Desde muy temprano, se levantaba para trabajar en un puesto de aguas frescas en el mercado; dejaba todo en orden antes de dirigirse a la escuela. Aunque apenas comenzaba a pensar en un futuro como abogado, su vida tomaba otro rumbo.
Vivía una infancia tranquila, formándose en la responsabilidad. Sin embargo, sabía que debía hacer algo más para salir adelante y ayudar a su familia, afectada por las carencias económicas típicas del sureste mexicano. Esa necesidad los llevó a emigrar a Villahermosa en busca de mejores oportunidades.
Fue allí donde, un día, encontró una revista del Santo. Le llamó la atención la máscara, tan parecida a la de su ídolo. Luego vio una de sus películas y algo se encendió dentro de él: descubrió su destino.
Comenzó a entrenar karate, boxeo y beisbol. Su físico se fue formando hasta alcanzar el imponente 1.85 de estatura. En una función de lucha libre, un luchador llamado El Lince captó su atención. Pidió una oportunidad para entrenar y, aunque El Re*****on, Los Cadáveres y El Maciste lo sometieron a pruebas duras, no desistió. Quería ser como el Santo.
Debutó como “El Príncipe Azul”, y a los 18 años subió oficialmente al ring bajo el nombre de El Universitario. Recorrió la península, el sureste, luchando y forjándose. En Tapachula, Chiapas, conoció finalmente a su ídolo: El Santo. Esa experiencia lo impulsó a ir más allá.
Viajó a la Ciudad de México, donde fue acogido por la familia de los Brazos, con quienes forjó una amistad cercana. Comenzó a entrenar bajo la guía de Felipe Ham Lee y Sugi Sito. Valente Pérez colaboró en la creación de su personaje. Aunque aún no sabía lo que implicaba, el joven Canek ya estaba echando raíces para convertirse en leyenda.
Durante su primera gira profesional recibió una noticia devastadora: la muerte de su padre. Se sentó en un parque, reflexionó en silencio, y decidió continuar su camino. Viajó a Tijuana, donde entregó el corazón en cada combate. Su mente estaba en el ring; su alma, siempre en Tabasco.
Una tarde, después de luchar en la arena de la División del Norte, Guajardo le lanzó palabras hirientes: “No sirves para nada”. Esa humillación lo marcó, pero también lo impulsó.
A partir de ese momento, entrenó sin descanso, sin quejas ni dudas. Decidido, juró que el mundo conocería su nombre.
Y así fue. En su cuarto intento, venció al formidable Dr. Wagner y se convirtió en campeón de peso semicompleto. Luego, enfrentó al legendario Lou Thesz, el luchador que presumía saber exactamente cuándo rendiría a su rival. Canek lo venció. Se coronó campeón de peso completo. A partir de ahí, nadie pudo detenerlo.
Se convirtió en estandarte de la UWA. Ganó máscaras, cabelleras, defendió su campeonato incontables veces. Las insignias mayas de su máscara recorrieron Asia, África, Oceanía y Europa. Se presentó incluso en el Madison Square Garden, consolidándose como referente internacional de la lucha libre mexicana.
Su historia fue colosal, pero quizá su momento más glorioso ocurrió en aquel coloso sin techo, hoy extinto. Allí, el público que alguna vez lo abucheó por aliarse con el Perro Aguayo y Fishman, terminó coreando su nombre con fervor cuando enfrentó con coraje a todo extranjero que pisó el ring sin pagar tributo. Frente a él desfilaron monstruos sacados del Récord Guinness, luchadores sin honor y samuráis llenos de respeto.
Tan grande fue su carrera, que enfrentó y venció a quienes le guardaron rencor por haberles arrebatado su lugar en México. Incluso, ya lastimado, logró subir al ring contra aquel que, siendo niño, le pateó las espinillas tras una lucha donde había lesionado a su padre, El Dos Caras, jurando que algún día se vengaría.
Quizá el pequeño que creció en un rincón del Golfo de México, donde el río Grijalva se abraza con el mar, soñó con grandeza. Y años después, regresó a su tierra convertido en lo que siempre fue: la gloria de Tabasco, un hijo del Edén.
Via; "El espíritu del Cuadrilátero"