
30/07/2025
“Me dijiste que llegarías tarde…”
Y no, no me molesté.
Pero algo dentro de mí se rompió un poquito.
Hoy estuve de pie desde antes que saliera el sol.
Cargando a nuestro hijo, calmando llantos, recogiendo los mismos juguetes una y otra vez.
Recalenté mi café tres veces, y ni siquiera tuve tiempo de terminar mi comida.
No tuve una conversación adulta en todo el día… solo escuché “mamá, mamá, mamá” como un eco inagotable.
Y mientras tú posponías tu regreso yo te esperaba.
No solo por ayuda.
Te esperaba a ti.
Porque tu presencia alivia, pero también porque este trabajo el de criar, sostener, cuidar no debería recaer solo en mí.
No soy la niñera.
No soy la señora de limpieza.
Soy tu compañera, y lo que hago también es trabajo. Aunque no se pague, aunque no se reconozca, aunque no tenga horario ni descanso.
Sé que tú trabajas.
Pero yo también. En un sistema que nos hizo creer que esto es “normal”.
Que mamá puede sola. Que debe sola.
Y no. No quiero hacerlo sola.
No es justo. Ni sano.
Así que no, no estoy molesta.
Estoy cansada.
Estoy agotada de que la maternidad nos absorba mientras el mundo aplaude al que “ayuda” cuando puede.
Hoy, más que nunca, necesitaba que llegaras temprano.