
30/07/2025
Volvió cuando ya no lo esperaba… y ya no lo necesitaba.
Hoy volvió a escribirme.
Yo ya vivía tranquila. Había aprendido a respirar sin su ausencia, a reír sin extrañar, a dormir sin revisar el celular con la esperanza de su nombre.
Y entonces… sonó el teléfono.
“Número desconocido”, decía la pantalla. Pero mi cuerpo lo supo antes que mis ojos. Las manos temblorosas, el pecho apretado, esa ansiedad que parecía enterrada… revivió como si nunca se hubiera ido.
Tres mensajes.
Tres frases que alguna vez hubiera esperado con desesperación. Pero hoy, solo me hicieron recordar el frío.
— “Bonita, te extraño.”
— “Me equivoqué, me haces falta, perdóname.”
— “Necesito verte. Quiero compartir mi vida contigo.”
Palabras que antes habrían sido bálsamo… hoy solo fueron cuchillas.
Lloré, sí. No de amor, sino de memoria.
De recordar todo lo que dolió.
De saber que esas palabras llegan tarde.
Que ahora son una disculpa sin fuerza, una caricia sin alma.
Porque ya no soy la de antes.
Ya no soy la mujer que esperaba.
Ahora soy la que eligió vivir.
Me serví una copa de vino.
Me metí a la ducha.
Canté a todo pulmón.
Me puse guapa. Por mí.
Por la mujer que sobrevivió a él.
Y entendí algo:
A veces, el amor regresa… pero ya no encuentra a la misma persona.
Regresa a una mujer nueva. Más fuerte. Más libre. Más viva.
Ese día borré su número, y cambié el mío.
Porque mi primavera ya no necesita su invierno.
Lo quise, sí.
Pero aprendí que no todas las historias tienen que continuar.
Algunas se cierran con dignidad.
Con una sonrisa.
Con la certeza de que no todo lo que vuelve… merece quedarse.