14/06/2025
"Pantallas en vez de papel
¿Una lectura sin alma para la mente infantil?"
Cómo el abandono de los libros físicos en las aulas está reconfigurando el cerebro de los niños y debilitando su vínculo con el conocimiento.
En un mundo que gira cada vez más rápido en torno a lo digital, muchas escuelas han comenzado a reemplazar los tradicionales libros impresos por tabletas y celulares como medio principal para leer. Lo que parece una evolución natural en la era tecnológica puede, sin embargo, esconder una trampa pedagógica y neurológica: el deterioro silencioso de las habilidades cognitivas profundas en los niños.
La falsa promesa de la "lectura moderna"
Desde el marketing educativo, esta transformación ha sido vendida como una modernización necesaria: menos peso en las mochilas, acceso inmediato a contenido interactivo, y una supuesta motivación mayor del alumno por usar herramientas digitales. Sin embargo, debo advertir que no todo lo que brilla en la era digital es oro.
Lo digital es veloz, sí, pero también superficial. Muchos niños no leen en pantallas, escanean. Se deslizan por el texto como si fuera una historia de Instagram, perdiendo la profundidad del mensaje y debilitando su capacidad de concentración. A esto se suma la distracción constante: notificaciones, hipervínculos, y estímulos visuales que rompen con la atención sostenida, tan vital para el aprendizaje profundo.
El impacto neurológico: cuando la lectura deja de ser orgánica
Desde la neurociencia educativa, las diferencias son contundentes. Diversos estudios han demostrado que leer en papel activa más regiones del cerebro relacionadas con la comprensión, la empatía y la memoria a largo plazo. Cuando un niño lee en un libro físico:
Desarrolla mapas mentales espaciales, recordando dónde está ubicada la información (por ejemplo, "estaba arriba a la derecha en la página izquierda").
Fomenta la comprensión profunda, al no tener estímulos que lo distraigan ni pantallas retroiluminadas que cansen la vista.
Activa conexiones sensoriales: el olor, el tacto y la experiencia del papel generan una relación emocional con la lectura.
En cambio, la lectura prolongada en pantallas reduce la plasticidad cognitiva, disminuye la retención de información y afecta el sueño si se realiza en la noche, debido a la exposición a luz azul.
Lo que un libro enseña que una pantalla no puede reemplazar
No puedo ignorar los beneficios que un libro tradicional ofrece:
Fomenta la paciencia: No hay scroll, no hay clic. Solo lectura sostenida.
Promueve la imaginación: Sin animaciones, el niño debe construir mentalmente los escenarios descritos.
Refuerza la disciplina cognitiva: Al no haber una app que interrumpa, el cerebro se entrena en la atención plena.
Además, un libro en papel enseña algo más que contenido: enseña ritual. El abrirlo, subrayarlo, cuidarlo, prestarlo. La lectura se vuelve experiencia, no solo consumo.
¿Por qué los profesores están fallando?
Muchos docentes, por presión institucional o por falta de formación digital crítica, ceden ante la conveniencia. Dejan lecturas en PDF, links de páginas web o actividades en apps que los propios alumnos abren con desgano. En muchos casos, los profesores mismos no dominan estrategias de lectura digital profunda, y terminan delegando en la pantalla una tarea que debería ser acompañada, reflexiva y guiada.
Esto no significa que la tecnología deba excluirse del aula. Pero sí que debe utilizarse como un complemento, no como sustituto de lo esencial. Afirmo: el problema no es la herramienta, sino cómo y para qué se usa.
¿Qué soluciones propone un enfoque integral?
1. Volver a incorporar libros físicos como material obligatorio. No como nostalgia, sino como herramienta de desarrollo cerebral.
2. Formar a los docentes en alfabetización digital crítica, para que sepan cuándo usar una app, una pantalla o un libro.
3. Crear entornos mixtos (híbridos) que combinen la riqueza sensorial del papel con lo mejor de la interactividad digital.
4. Educar a las familias, para que entiendan que la pantalla no siempre es progreso.
El progreso real no se mide por cuántas pantallas hay en el aula, sino por cuánto pensamiento crítico son capaces de construir los niños. Y en esa construcción, los libros físicos siguen siendo herramientas fundamentales. No solo por lo que dicen, sino por lo que despiertan.
La tecnología puede ser una autopista. Pero si se pierde el mapa, no se llega a ningún lugar.
Por: Jaime Sánchez ( Golden Boy )
👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇👇
https://youtube.com/?si=MKbb3KGew0CkXcDi