
20/04/2025
🎼 Reflexión sobre la disonancia, la libertad al componer y el acorde universal
Últimamente he estado pensando mucho en cómo componemos y en qué limitaciones nos ponemos —consciente o inconscientemente— al momento de sentarnos a crear.
Con la ayuda del acorde universal, que plantea ver todo en términos de tensión, prolongación y resolución, la composición es libre y unificadora.
La selección de las opciones no debería tratarse de limitarse a técnicas específicas; lo que importa es cómo percibimos cada acorde, cada movimiento, como parte de una fuerza direccional en la que provocar sentimientos mediante las ideas domina el campo del juego. La composición mediante acierto y error exige el uso de un lenguaje abierto, amplio, sin limitaciones técnicas; es decir, utilizar los recursos a lo ancho y a lo alto.
El uso actual de los recursos beneficia a la música consonante. Pienso que el acorde universal abre las puertas para el uso de ese segmento tan poco explorado.
Ahora bien, hay algo que he notado al trabajar con el sistema de prueba y error, la cantidad de cambios que se necesitan para lograr expresar cosas tan especiales como degradados de disonancias. La transición hacia la disonancia es mucho más difícil de lograr que hacia la consonancia. Los instrumentos, las afinaciones, la propia estructura que usamos para componer… todo está pensado para que lo consonante esté más accesible.
Eso no es ni bueno ni malo, pero sí afecta directamente nuestras decisiones, si la disonancia es menos accesible, estamos perdiendo partes del degradado, de tal manera que sigue siendo un degradado, pero con pasos más abruptos. Y se trata de tener un degradado suave, que nos muestre la cantidad de posibilidades que podemos utilizar en ese tipo de transiciones disonantes.
Me gusta escuchar lo que hago mientras compongo. Me permite corregir, probar cosas nuevas, afinar la intención. A veces, simplemente lo que suena no me convence, y ahí es donde empieza el verdadero trabajo: encontrar el camino que me lleve a lo que quiero decir, expresar, pero sobre todo, transmitir el sentimiento al escucha.
Y para explicar todo esto de una forma más clara, les comparto un ejercicio que hice:
🧌 El día del ogro
Imaginen que estoy trabajando con esta progresión:
Cdim/Db → Cdim → Calt → C7 → Cm
En mi cabeza, esta secuencia tiene una historia.
El Cdim/Db es el monstruo. Pero no cualquier monstruo: es un ogro interdimensional que se alimenta de hadas.
Al capturar a la hada (representada en algún punto por un acorde como CM), ese Cdim/Db se convierte en Cdim, más directo, más enfocado.
Luego, como buen chef, el ogro prepara todo con cuidado (Calt), porque va a disfrutarlo.
Llega el momento de saborearlo (C7), y mientras lo hace, se pregunta cuál será su próxima víctima.
Finalmente, cierra su día satisfecho, en un Cm.
Lo interesante es que toda esta progresión no se construyó pensando en reglas, sino explorando qué me hacía sentido en ese momento, y cómo podía expresar ese pequeño relato desde el instrumento.
¿Qué s**o de todo esto?
Componer desde el instrumento me da más libertad, porque puedo evaluar en tiempo real si lo que hago tiene sentido o no.
La disonancia requiere un camino. No aparece fácilmente; hay que decidir llegar a ella.
El acorde universal me ayuda a entender en qué punto estoy y hacia dónde quiero moverme en términos de tensión.
No todo tiene que resolver. No todo tiene que gustar. Pero sí tiene que decir algo.