03/11/2025
Lunes 3 de noviembre 2025
###I DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Memoria, SAN MARTÍN DE PORRES, Religioso�Hijo ilegítimo de un caballero español, “Martinico” era mulato, lo cual le valió muchas discriminaciones. En el convento de los dominicos de Lima solamente fue admitido como hermano lego, sin posibilidad de recibir el sacerdocio. Le dieron el cargo de enfermero, pero fue también excelente catequista, que se inspiraba en su vida de oración, especialmente oración nocturna (1579-1639)
Padre, que comprenda que sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama.�
Señor abre mis labios
Y mi boca proclamará tu alabanza
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
A ti, Señor, elevo mi plegaria.
Del santo Evangelio según san Lucas 14, 12-14�En aquel tiempo, Jesús dijo al jefe de los fariseos que lo había invitado a comer: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.
Señor Jesús, que viniste al mundo no para que te sirvieran, sino para servir,
haz que sepamos servir con humildad a ti y a nuestros hermanos.
Padre nuestro…
Dios te salve María…
Oremos:
Dios nuestro, que condujiste a san Martín de Porres a la gloria celestial por el camino de la humildad, concédenos imitar de tal modo sus admirables ejemplos, que merezcamos ser glorificados con él en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
Que tengas una excelente inicio de semana…
¿Te imaginas invitando a cenar a cien personas desconocidas? Si alguien hiciese eso hoy en día, lo mínimo que le pasaría es que saldría en el telediario del día siguiente. Lo "propio" es invitar a los amigos íntimos para pasárselo bien. ¿acaso está mal esto? No, ¡cómo va a estar mal convivir con los amigos!��No es esta la idea que nos quiere transmitir Jesucristo con el Evangelio de hoy. Aunque sea difícil verlo, Cristo nos está invitando en este pasaje a vivir la vida con una "elegancia superior", con la mirada puesta en el cielo. Porque quien invita a uno esperando recibir otra invitación sólo piensa en sí mismo, no tiene un horizonte que no vaya más allá de sus propios intereses. ¿Cómo se puede ser dichoso sin esperar una compensación material por lo que hacemos?��Una vez oí hablar de un hombre que era inmensamente rico. Tenía todo lo que un hombre puede materialmente necesitar. Un día en un viaje en avión se sentó junto a él un sacerdote muy santo y sencillo con el que se puso a conversar. Al ver la santidad de este sacerdote y que las historias de sus riquezas no le impresionaban, sintió la necesidad de abrirle su corazón. ¿Saben qué es lo que le dijo al sacerdote? Que el momento más feliz de su vida había sido cuando había hecho un acto de fe sencillo, de ponerse en manos de Dios con lo que era, y no con lo que tenía. Este hombre confesaba que daría todo lo que tenía por volver a experimentar esa felicidad.��¿No será cierto que hay más felicidad en dar que en recibir, y que el que menos cosas desea es el más rico?
Humildad y generosidad para servir, confiar más en tu Providencia y crecer en el amor a los demás, son los ingredientes que cambiarían el sentido de mi vida. Me cuesta desprenderme de mi tiempo, de mis haberes y talentos, como si algo fuera mérito mío. Por ello pido la intercesión de tu Madre, María, para que sepa imitarle en su servicio delicado y lleno de amor.
Me abandonaré a la misericordia de Dios diciendo en los momentos difíciles: "Padre, me pongo en tus manos".
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío,�que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar.�Os amo sobre todas las cosas�y deseo recibiros en mi alma.�Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado,�venid a lo menos espiritualmente a mi corazón.�Y como si ya os hubiese recibido,�os abrazo y me uno del todo a Ti.�Señor, no permitas que jamás�Me aparte de Ti. Amén.�(San Alfonso María de Ligorio)