24/08/2025
El Uruapan que se nos fue. Crónicas de su gente y lugares.
Por Lic. Eloy Espinosa López.
TERMINAL DE AUTOBUSES DE OCCIDENTE. En el centro de Uruapan.
Nos han pedido que hagamos historias de las terminales de los autobuses en nuestra querida ciudad, la mayoría de las cuales se ubicaban en calles muy céntricas, lo que en estos días parece algo imposible. Como habría movimiento de Autobuses de pasajeros, en pleno Centro.
Pero como la vida nos dio la oportunidad de ver personalmente, es por lo que lo creemos. Por esa razón, son importantes están crónicas, para que no se vaya perdiendo la memoria de estos hechos que sucedieron en este bonito Pueblo. Verdad? Estamos de acuerdo? Para que nos ayuden, platicando sus vivencias.
Y si decimos que se ubicaban en calles céntricas. Como muestra, basta un botón, como dice el conocido refrán. La terminal de los Autobuses de Occidente, se ubicaban en la calle Independencia, entre Aquiles Serdán y Carrillo Puerto, adelantito de la Primaria Juan Delgado. Ya se imaginarán, el movimiento diario que había en esas calles de alrededor.
Ruido, claxonazos, acelerones y humo, para calentar los motores de los grandes vehículos.
Todo ese movimiento, se acompañaba del comercio vivo que tenia que existir, para satisfacer el hambre y la sed, para los viajeros, choferes y trabajadores de esa terminal.
Entre los negocios establecidos, que funcionaban como fondas o baños, para las necesidades de tanta gente que transitaba por ese lugar. Pero, lo que más imperaba eran los comerciantes ambulantes. Que con sus comales sobre el fuego, hacían que los sopes o las enchiladas, originaban un aroma, que sacaba el hambre, de cual persona que pasara por ahí, fuera pasajero o no. Y en el aire, se confundían y bailaban, todos los aromas. Desde los buñuelos o las charamuscas, para acompañar el atole blanco. Había para todos los gustos. Hambre es lo que faltaba y si no, al pasar por esa calle, de inmediato te salía.
Incluso, los famosos taquitos de Independencia, del amigo Carlitos, que durante décadas, ahí vendía sus taquitos dorados (que en algunas partes conocen como flautas), con mucho repollo, una embarrada de crema y encima, salsa roja de jitomate, no picante y de la verde, que esa si enchilaba fuerte.
Esos taquitos, eran de papa, frijol y carne. Pero los que mas se vendían, eran los surtidos. Una persona, solo se encargaba de cocinarlos. Los sacaban de una caja de madera, de color blanco, que estaban acomodaditos, desde horas antes. Tomaba un montón y los metía al aceite hirviendo.
Se dice fácil, pero era todo un oficio, que ameritaba destreza, porque todo se hacia rapidísimo, porque siempre había una larga fila de personas, esperando sus tacos. De igual forma, el que los despachaba.
Rápido ponía dos hojas de papel de envoltura, extendido sobre su mano izquierda. Y con la diestra, tomaba los tacos y los acomodaba sobre el papel, rápido para evitar quemarse. Aun, no caían los taquitos al papel, cuando ya tenían encima su repollo finamente rebanado y bien lavado, antes. A continuación, con una cuchara plana, le untaba un sope de crema, para aventarle la salsa roja y la picosa verde, envolviendo, todo junto con ese mismo papel. Le apretaba las dos puntas del paquete y se lo entregaba al cliente, para preguntarle al siguiente, cuantos y de que serian?
A la distancia, creo que el papel remojado con el residuo del aceite, la combinación de las dos salsas, la crema y el repollo. Los taquitos, remojados, sabían riquísimos. A poco no?
El otro día, vi una foto, donde estaba Carlitos, afuera del cine Tariácuri, pero nosotros lo conocimos ya en esa esquina.
Sería, en 1974, de cuando mi memoria registra algunos datos de esto, que les platico, con mucho gusto.
Y es que, viajamos seguido a Ciudad de México, para llevar a mi hermana a que la atendieran en el Hospital Infantil de ese lugar. Los de occidente, salían creo a las 22:00 horas y llegaba amaneciendo a la Capital. Me imagino que la ruta era por Morelia, Mil Cumbres, Ciudad Hidalgo, Zitácuaro, en Michoacán. Seguir por Toluca y de ahí a México.
Aclarando, que el primer viaje, a México. Junto con mis padres y mi hermana bebe, lo hicimos en el tren, en segunda clase. Ya que los recursos económicos faltaban en mi familia y no sabían, que les deparaba el destino en ese mounstruo de urbe. Y en ese tiempo, se escuchaba que en la ciudad había mucha delincuencia y que la gente era muy mala.
El ferrocarril, creo, salía a las 18:00 horas, caminaba toda la noche y llegaba hasta otro día a las 8:00 horas. Hay vamos y nomás pagaron dos pasajes de adulto, para mis padres, haciéndome pasar como un pequeño, aunque ya fácil tenia como cinco. El boletero, me echo la luz en la cara, pero pienso que le dio lastima y ya no dijo nada.
Pero saben que? Creo al último salía igual viajar en el tres que en el bus. Porque venden de todo. Cada cinco minutos pasaban gritando “garapiñados, café, tortas de mole, más café calientito para el frio, pan de Acámbaro, tamales, atole” y como dijo mi padrino Miguel Rodríguez, de pequeño, todo se nos antojaba, ahora ya de grandes, no. Ya después, llegue a viajar en tren, como de aventura, ya después en clase primera que recuerdo con alfombra y asientos rojos. Y no se diga la clase primera especial, ufff, puro lujo. Ya algo mas, fifi, el pullman, con sus camarones y camastros.
Y ya que estamos en el tren. Estando en Morelia, de estudiante. Había pasado lo del temblor de 1985. Y con la loquera de un joven de 17, que tomo mi mochila, vi cuánto había en la cartera y que me voy a la estación, ya que el tren pasaba a las 22:00 horas y así, yo solito, me fui a ver por mi mismo, los estragos que había causado ese fenómeno de la naturaleza. O también, tiempo después, el 25 de Abril de 1990. Que nos casamos, bien chavos con Magui, nos fuimos a la luna de miel a Guanajuato, Guanajuato. Y que escucho, que había un tren de primera clase, muy famoso, que hacia viaje a la Ciudad de México y salía, a las 14:00 horas. Nos vamos o que? Y en media hora ya estábamos en la Estación, abordando ese bonito tren. Y durante toda la tarde, disfrutamos el viaje, para no olvidar nunca mas. Al último, así es la vida, se compone de instantes.
Regresando al tema de los de Occidente, de los verdes, como le llamaba la gente. Competían, con los amarillos. O sea, los de la Flecha Amarilla. Porque seguido viajábamos a Cherán, para de ahí, continuar a Nahuatzen. Varias veces, nos tocó ver como venían jugando carreras por ganarse el pasaje. Y peor aun, ya abordo, seguir con la carrera, para llegar primero a Paracho. Claro, los pasajeros, con el Jesús en la boca, como coloquialmente se dice.