14/07/2025
Imagina subir a un vuelo y sentarte en el lugar que elegiste con anticipación y por el que pagaste un poco más, solo para disfrutar la vista desde la ventana. Minutos después, una madre con su hijo llorando se acerca y te pide cambiarle tu asiento al niño. Te lo piensa pedir con tono de súplica, como si ceder fuera tu obligación.
Estás a punto de levantarte, porque fuiste criado para ser amable. Pero entonces recuerdas: llevas varios minutos soportando el llanto constante del niño. Te detienes y piensas:
“¿Por qué alguien más tiene que adaptarse a los berrinches de un niño que apenas me conoce? ¿Por qué ceder lo que pagué con esfuerzo solo porque sí?”
Así que respondes con calma:
"Lo siento, prefiero no cambiarme."
Eso hizo Jennifer, una pasajera de un vuelo en Brasil. Se negó a ceder su asiento y fue grabada sin su consentimiento por la madre del niño, quien la acusó de no tener empatía:
“Estoy grabando tu cara porque es repugnante que en pleno siglo XXI no tengas empatía con un niño”.
Jennifer no insultó. No reaccionó con rabia. Pero la exposición mediática le costó caro: se volvió viral, fue señalada públicamente, y todo por haber dicho “no” a algo que no era su responsabilidad.
Hoy, meses después, Jennifer ha decidido actuar. Ha demandado a la madre por difamación y daño moral, y también a la aerolínea, por no haberla defendido ante el acoso ni intervenir como debía. Incluso las azafatas, según afirma, le pidieron que cediera ante el berrinche del menor, lo que considera inapropiado y poco profesional.
Jennifer no busca venganza. Busca respeto. Busca poner límites. Porque decir que no también es un derecho.
Y esta vez, podría ganarle al sistema que la dejó sola.
¿Tú qué piensas? ¿Se defendió con justicia? ¿O crees que exageró?