
22/05/2025
Salí de la carrera de la rata… vendiendo libritos para colorear
Así empezó todo
Era godín. De tiempo completo. De esos de 9 a 7 que nunca salen a las 7. Camisa fajada, café recalentado, y el alma gastada. Yo ya estaba harto. Vivía atrapado en la rutina: despertador, tráfico, reuniones inútiles, comida en tupper, más trabajo, tráfico otra vez y Netflix hasta dormir con el control en la mano. Repetir. Repetir. Repetir.
Quería algo más. Sabía que tenía que hacer algo diferente, pero la neta es que quería resultados mágicos sin meterle ni tiempo ni lana. Y pues así no se puede.
El punto de quiebre
Intenté de todo. Vendí ebooks online… nadie los leyó. Hice plantillas de Excel… ni mi mamá las descargó. Intenté vender comida, pero me salía más caro cocinar que lo que ganaba. Luego me dio por querer ser youtuber… duré dos semanas y abandoné. La verdad, veía más maratones de Netflix que tutoriales de emprendimiento.
La gente se burlaba de mí. “Ay sí, el nuevo millonario”, “Ya va a emprender otra vez”, “A ver cuánto dura esta vez”. Y sí, dolía. Me hacían sentir como un tonto que solo soñaba y nunca lograba nada.
Estaba a punto de rendirme. De aceptar que eso de la libertad financiera era puro humo de gurús en Instagram. Pero justo ahí, cuando ya me estaba dando por vencido, vi un video sobre cómo vender libros para colorear para niños a través de Amazon.
Lo que nadie me dijo
Yo ya estaba curado de espantos. Pensé: “¿Qué más da? Ya fracasé en todo lo demás”. Y empecé. Sin muchas expectativas. Me puse a investigar, a diseñar portadas, a entender la plataforma de Amazon KDP. Era un mundo nuevo, pero no tan difícil como imaginaba.
Subí mi primer librito y me olvidé. A la semana, ¡una venta! Pensé que era error. Luego otra. Y otra. ¡¿Qué demonios estaba pasando?! Unos simples libros para colorear estaban generando más ingresos pasivos que todo lo que había intentado antes.
No lo podía creer.
Pero me di cuenta de algo importante: para llegar a ese punto, tuve que conver