30/06/2025
30 de junio de 1960: el día que el Congo rompió las cadenas... y Occidente le colocó otras nuevas
👉 Independencia con sangre, democracia con fecha de caducidad y un saqueo que nunca terminó
Ese 30 de junio de 1960, mientras en Bruselas se colgaban medallas y se abrían botellas, el pueblo congoleño enterraba a sus mu***os. No figuraban en ningún parte de defunción. Eran millones. Entre ocho y diez, según los cálculos más serios. Asesinados por trabajos forzados, hambre, fusilamientos, mutilaciones. Y ni una sola disculpa.
Durante más de medio siglo, el Congo fue propiedad privada de un rey europeo: Leopoldo II, un genocida con bigote de emperador y alma de carnicero. No fue una colonia, fue una plantación de seres humanos. Hombres obligados a recolectar caucho, mujeres secuestradas como rehenes, niños mutilados como castigo. Las fotos de brazos cortados no son propaganda: son pruebas.
El rey cobraba cuotas. El que no las alcanzaba, perdía algo más que el jornal. La mano. O la hija. O ambas cosas. Se cortaban brazos, se asesinaban bebés, se encadenaban aldeas enteras. Los soldados posaban orgullosos junto a los miembros cercenados como quien exhibe un trofeo de caza. Europa lo sabía. Y calló. O peor: aplaudió.
INDEPENDENCIA A LA EUROPEA: MATA, SAQUEA Y HUYE
Cuando el escándalo ya no pudo taparse más, Bélgica cedió. Pero no cedió poder, sino responsabilidades. Hizo las maletas, dejó un gobierno títere y siguió controlando desde las sombras. Los recursos seguían saliendo. El uranio congoleño que Estados Unidos usó para Hiroshima. El coltán que alimenta nuestros móviles. El oro, el cobre, el cobalto. Todo, menos dignidad.
Y por si acaso alguien tenía la osadía de gobernarse a sí mismo, como Patrice Lumumba, lo eliminaron. Literalmente. El primer líder elegido democráticamente fue derrocado, torturado, ejecutado y disuelto en ácido. Por orden directa de Bélgica y con apoyo de la CIA. Lo reemplazó un dictador al servicio del dólar. Mobutu no gobernó el Congo, lo alquiló.
¿A qué suena todo esto? A manual imperialista. Cambian las banderas, no el saqueo.
DEL CAUCHO AL COBALTO, DE LOS LATIGAZOS A LOS DRONES
Hoy se sigue extrayendo la riqueza congoleña como entonces: a base de violencia. Las minas del este del país son campos de concentración con otro nombre. Trabajan niños y niñas, se violan mujeres como táctica de guerra, se financian milicias para garantizar el suministro. El neocolonialismo no necesita barcos ni bayonetas. Le basta con una multinacional, un contrato opaco y un dictador amigo.
Europa calla. Estados Unidos firma. China compra. Y África sangra. Otra vez.
Que nadie se engañe: el 30 de junio no fue una liberación. Fue una amputación sin anestesia. A un pueblo que llevaba medio siglo encadenado se le permitió ponerse en pie... pero solo para seguir siendo golpeado. Más discretamente. Más “civilizadamente”. Pero igual de salvajemente.
NO HAY FUTURO SIN MEMORIA
Quienes hablan hoy del “buen hacer de Bélgica” o del “papel civilizador de Europa” deberían mirar los ojos vacíos de los millones que murieron sin saber por qué. O por qué tan barato. No hubo justicia. No hubo reparación. No hubo verdad.
Hubo silencio. Y negocios.
Hoy, el Congo sigue siendo uno de los países más ricos del planeta. Pero su gente sigue siendo una de las más empobrecidas. Es un crimen sostenido por tratados internacionales, informes del FMI, cámaras de comercio y ONG bien peinadas. Es la continuidad de un genocidio que se ha hecho globalización.
Y por eso el 30 de junio no es un día para celebrar nada. Es un día para gritar. Para señalar. Para exigir. Porque la libertad no se regala. Se arranca. Y la del Congo aún no ha sido devuelta.
Ese grito no es solo suyo. Es de todas. Y todos. Porque si el colonialismo sigue vivo allí, no estamos a salvo en ninguna parte.