23/03/2025
| Entrevista al Premio Municipal de Cuento "Doña Gaba" Gabriela Gutiérrez Lomasto
RESISTIR Y PERSEVERAR, HACER LITERATURA HOY: JOSÉ RAÚL LAMOYI
Gamaliel Sánchez Salinas
José Raúl Lamoyi es docente de bachillerato, pero es además un escritor empedernido apasionado por la narrativa y el ensayo. Lamoyi, el escritor, se autodefine como un individuo soñador en persecución de su propia libertad. Con el trabajo titulado "Sin lugar para el acuerdo", obtuvo el Premio Municipal de Cuento “Doña Gaba” Gabriela Gutiérrez Lomasto 2025. A manera de celebración, en tarde dominical, conversamos con él:
¿A qué edad sientes los primeros llamados de la literatura y cómo te das cuenta?
Siempre me gustó leer y no lo sabía. No lo descubrí en la escuela, pero sí gracias a los libros de texto gratuito, míos y de mis hermanas, que me aventuré a leer por mi cuenta, porque se contaba con el material, pero las maestras nomás no dieron nunca con la fórmula para engancharme. Ahí figuraban Platero, Phileas Fogg y Passepartout, entre otros personajes de la realidad y la ficción. Eso fue en primaria, entre los 10 y los 12 años.
Después, como a los 13 años, en segundo de secundaria, una maestra, que redimió a todo el gremio docente (es una lástima que no recuerde su nombre), tuvo el atrevimiento de encargar a toda la clase la lectura de Cien años de soledad. Creo haber sido el único que leyó la obra de García Márquez, de corrido, antes de entregarle un reporte de 10 cuartillas. Después volví a leer la novela otras 2 veces, y no he podido parar, hasta la fecha, de perderme de vez en cuando en las palabras.
Mención honorífica a mi padre que percibió el entusiasmo y me reveló al Quijote, Víctor Hugo y Dostoievski. Llegó con el lote de libros una tarde como a mis 15 o 16 años. Había leído para entonces varios libros de Márquez y otras cosas, de cuyos detalles no consigo acordarme. No me remuerde este desliz de la memoria: algunos autores nos marcan más que otros. Ahí fue cuando lo tomé con seriedad, aquello de leer y escribir como actividad suplementaria de la lectura: cuando en la versión conmemorativa de los 400 años de la obra cervantina leí el Limpia, Fija y Da Esplendor de la RAE, me sentí comprometido con las palabras, y conmigo mismo a partir de la memorable frase que el Quijote dirige a Sancho: "Tanto por la libertad, como por la honra, se puede y debe aventurar la vida". Se me reveló como un deber, el más elevado de mis principios, buscar siempre ser auténtico y libre. Después se han incorporado otros, pero este ha sido, desde entonces, el principal objetivo de mi existencia, algo que me parece lograr plenamente solo a través de la lectura y la creación literaria.
¿Qué libro consideras fundamental en tu senda lectora?
Cuando leí El extranjero, de Camus, cambió mi vida para siempre, consolidó mi ansia de libertad, mis ganas y mis deseos de tomar partido por la vida y la experiencia, más que por el dinero y otras insulsas ambiciones utilitaristas. Buscar la riqueza no es malo, pero cuando la tenemos como nuestra principal meta, resulta dañina.
Tolstoi, al que frecuentemente regreso. La muerte de Iván Ilich es uno de los mejores relatos de todos los tiempos.
Un poquito después, El Aleph, de Borges; redescubrimiento de las virtudes de la palabra y la imaginación, cada vez que releo cualquier de sus cuentos.
¿Por qué el cuento y no la poesía en un trópico donde "abundan" las y los poetas?
Siempre he leído más narrativa que poesía. Pero para no resultar evasivo, comparto un prejuicio completamente personal, que no se cumple en todos los casos, y que transgreden mis propias preferencias y caprichos personales cuando se les da la gana: el aspiracionismo perfeccionista, casi elitista, de la poesía me aleja de ella; prefiero la simplicidad de una interesante anécdota. Y los poemas que logran engancharme, suelen ser los que toleran mejor transfigurarse en acciones.
Supongo que tendrá que ver con alguna inclinación natural al suceso más que a la contemplación.
Desde tu perspectiva. ¿Cuáles son los autores o autoras que hay que leer?
Gabo, Cervantes, Camus, Borges, en los términos antes expuestos. Vargas Llosa, a quien descubrí en mis veintes. Faulkner, Ibargüengoitia; Marguerite Yourcenar, sin duda: otro de mis libros imprescindibles es Memorias de Adriano. Verónica Ge**er, a quien leí recientemente, y Lina Meruane, ya son de mis narradoras favoritas. Clarice Lispector, con quien tengo una amplia deuda, pero cuyos cuentos me fascinan. Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Ricardo Piglia y Roberto Bolaño, con Los detectives Salvajes.
Corro el riesgo de no terminar nunca o de hablar el mismo tiempo que me ha tomado leer a los autores referidos y a otros más.
¿De la narrativa actual a nivel local, nacional y mundial cuáles son los nombres en los que José Raúl, abreva?
De alguna manera, soy el resultado de toda la biblioteca aludida mediante las preguntas anteriores. Escribo porque leo y quiero entender lo que estoy leyendo: la creación deviene de tal forma en una suerte de extensión de mis lecturas, especialmente con las que estoy enganchado. Abrevo, por tanto, de todo aquello que me haya cautivado, hasta la fecha.
Si tuviera que aportar nombres actuales en el panorama de la narrativa mexicana, me arriesgaría con la recomendación de Verónica Ge**er y Guadalupe Nettel. En el plano latinoamericano, Lina Meruane y Samanta Schweblin. A nivel internacional, me gusta Jeffrey Eugenides y Ted Chiang, aunque por supuesto se dejan nombres fuera, en cualquier lista que se realice.
Ahora que lo medito, he dejado fuera a Cortázar, Rulfo, Fuentes, Inés Arredondo y muchos otros autores de mi predilección, en preguntas previas. Me disculpo por esto.
¿Qué significa escribir literatura en estos tiempos?
Resistir y perseverar. Mantener el sitio del pensamiento y la creatividad humana. Impulsar una suerte de sustentabilidad de la experiencia y el esfuerzo. El hombre se realiza mediante la creación, y esta se encuentra cada vez más desplazada por la inmediatez. El hombre entrega dócilmente su sitio a la tecnología, sin percatarse de que se está atrofiando a sí mismo. El creador de cualquier arte, el de literatura incluido, atesora y mantiene viva dentro de sí la esencia humana, la beta creativa. No debería olvidarse esto: lo bueno, lo bello, lo justo, lo divino y lo infinito, se conjugan en el arte.