26/10/2025
HOY PLATIQUÉ…
¡La maldita envidia!
Cuando fui joven, conocí a un baterista que igual iniciaba en una agrupación musical que arrancó bien, y que pintaba llegaría muy lejos en el firmamento de las cumbias o melodías tropicales, no fui así, se fue a pique…
Posteriormente lo vi en diversos grupos, igual, tocando la batería cada vez más chingón; y, últimamente andaba en otro grupazo en el que llegaron a grabar 2 discos, y se repitió la historia... se desbarató el grupo.
Hoy, gordo, canoso y ya con signos de haber entrado a la tercera edad, me lo encontré después de muchos años, de inmediato pusimos el puesto… Platiqué con él, y palabras más, palabras menos, después del saludo, del ¿cómo has estado? y de si ya no anda de músico, le cuestioné del porqué esa desintegración de buenos grupos de música tropical que prometen mucho porque empiezan con el pie derecho, bien compaginados, y no caminan mucho porque en un abrir y cerrar de ojos, se esfuman.
La respuesta contundente fue: ¡LA MALDITA ENVIDIA!
La que todo lo pudre, y que muy en su sentir por lo que ha visto y vivido viene a ser el enemigo silencioso que desafina a los grupos musicales. No entendiendo en algunas ocasiones cómo en el mundo de la música, donde el talento y la pasión deberían ser los únicos protagonistas, hay un factor que desafina constantemente la armonía entre los artistas: la envidia maldita.
Me comenta mi amigo que ese sentimiento de malestar o frustración tan humano como destructivo, y que surge cuando alguien desea lo que otro tiene, como habilidades y carisma es la causa principal para que muchos grupos de música se desintegren aún estando a pasos de alcanzar la cúspide, sobre todo si no hay un buen director o dueño que pegue un manotazo en la mesa y ponga orden.
Y peor aún, porque documentado está, ya siendo exitosos se desbaratan y algunas veces se hacen 2 agrupaciones de una, derivado de la envidia al entrar en disputas legales por derechos de autor o el membrete del nombre del conjunto.
“Reina la envidia entre nosotros por mil y un causas, nadie en los grupos de musica tropical quiere ser p€nd€j0, todos nos sentimos generales, chingones, y a eso súmale la lengua viperina que se cargan algunos compañeritos”. -Dijome el amigo-.
Es triste, a decir del baterista, cómo lo que empieza en unidad y en “fraterna amistad” por el amor al arte de la música terminen separados por los celos, comparaciones y deseos de protagonismo puro. Casi siempre, la envidia no aparece de golpe, sino que se va gestando en silencio, como una nota disonante que poco a poco contamina toda la melodía.
Y va más allá mi amigo cuando me explica que cuando uno de los integrantes sobresale más que los demás -ya sea por su voz, su carisma o su habilidad en el escenario-, es común que los egos se activen. La atención del público, los aplausos y los reconocimientos suelen ser terreno fértil para la competencia interna. Y así, lo que empezó como un proyecto colectivo termina siendo una batalla de egos.
Envidia maldita que permea en todos los sectores, y en el ambiental musical no es la excepción, es corrosiva, pudre, desintegra; máxime que la línea entre admirar y envidiar es sumamente delgada. De ahí que cuando un músico siente que su trabajo no es valorado igual que el de otro, puede empezar a sabotear inconscientemente el proyecto.
El pan de cada día entre músicos del género que abordamos aquí, al igual que de otros del firmamento musical -nos cuenta el amigo-, quien me pidió de favor no mencionar su nombre para que no lo quemen con leña verde. Reiteró que todo por la maldita envidia trae consigo rupturas inesperadas, proyectos truncos y amistades rotas. En algunos casos, los integrantes optan por seguir caminos individuales, intentando demostrar quién era “la verdadera estrella” del grupo, aunque pocas veces logran el mismo impacto que cuando estaban unidos.
Así, vemos cómo más allá del talento, la permanencia de una agrupación depende, en gran medida, de la humildad, el respeto y la comunicación. La música, al fin y al cabo, es un lenguaje que requiere armonía, no sólo en las notas, sino también entre las personas que las interpretan.
Y es que, si algo ha demostrado la historia, es que la maldita envidia puede desafinar incluso a la mejor orquesta. Abundan casos, desde los grupos más encumbrados o afamados, cuanto más los que apenas van naciendo y traen hambre de éxito o triunfo, echando todo al basurero de la historia, por ese negativo sentimiento del ser humano, y en el que nadie te desea lo peor, sino lo mejor; sin embargo, nadie quiere que seas mejor que él… A partir de aquí empieza la podredumbre; actitud que como pus, brota en todos los ámbitos o sectores de una sociedad cada vez más compleja. (Escribió: FRANCISCO MEDINA PALMEROS)
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