30/09/2025
La leyenda del Cuche sin Cabeza o el Cuche con Cadena
Barrio de San José, Villa de Zaachila
En el corazón de un pequeño pueblo, donde las calles de tierra guardaban secretos susurrados por el viento, se alzaba un árbol milenario, sus ramas retorcidas como dedos huesudos apuntando al cielo. Bajo su sombra, la iglesia de San José de la villa de zaachila se erguía, testigo silencioso de las noches en que la leyenda cobraba vida.
En aquellos tiempos, cuando la electricidad aún no llegaba y la gente se alumbraba con ocotes y veladoras, comenzaron a contarse los primeros relatos. Se decía que, al caer la oscuridad, especialmente en las noches de llovizna, una figura inusual emergía de las profundidades bajo las raíces del árbol. No era un fantasma humano, ni una bestia salvaje, sino un cerdo. Un cerdo negro, de tamaño inquietante, que arrastraba una pesada cadena. Pero lo más escalofriante de todo era que no tenía cabeza.
Los lugareños, la mayoría al menos, lo consideraban solo una historia para asustar a los niños o una invención de las mentes embriagadas. Sin embargo, los pocos que se atrevían a deambular por las calles después de la medianoche, especialmente aquellos que habían visitado demasiado la cantina del barrio, contaban relatos espeluznantes.
Don Manuel, el más conocido de los "borrachitos" del barrio de San José, juraba haberlo visto varias veces. "Era una noche como esta, con la lluvia cayendo suave", comenzó a contar una vez en la cantina, con los ojos vidriosos. "Salí de aquí, tambaleándome un poco, y al pasar por el árbol del barrio de San José, ¡ahí estaba! Un cerdo, pero... sin cabeza, ¿entienden? Y la cadena, ¡oh, la cadena! Sonaba como el arrastrar de huesos por la tierra húmeda. Se movía lento, como buscando algo, y luego desaparecía entre las sombras".
Mientras la cantina del muchito así conocida estallaba en murmullos y risas nerviosas, otro de los borrachitos, conocido por todos como Chano, interrumpió la plática con voz temblorosa:
—“Pues yo también lo he visto —dijo—. Una noche venía caminando por la calle de Teotzapotlan, apenas podía sostenerme, cuando de repente lo vi salir entre las raíces del árbol de San José, ahí junto a la iglesia. Cruzó la calle delante de mí y se desvaneció como humo. Al principio pensé que era una alucinación del mezcal… pero no. Lo he visto más de una vez, siempre igual, siempre con la cadena arrastrando”.
Muchos se reían de ellos, pero otros sentían un escalofrío. La leyenda crecía con cada relato. Se decía que el cerdo sin cabeza era el espíritu de un viejo capataz avaro que había maltratado a sus animales y engañado a los peones. Su codicia lo había consumido tanto que, al morir, su alma se había reencarnado en la forma más humillante y grotesca, condenado a arrastrar sus pecados simbolizados por la cadena.
Solo los "borrachitos" parecían ser los elegidos para presenciar su aparición. Algunos decían que era porque sus mentes, ya nubladas por el alcohol, estaban más abiertas a lo sobrenatural, o quizás, más vulnerables. Lo cierto es que, cada vez que uno de ellos reportaba el avistamiento, la gente del barrio sentía una mezcla de miedo y morbo, preguntándose si la próxima noche lluviosa, el cerdo sin cabeza arrastrando su cadena, saldría de nuevo de la oscuridad bajo el árbol.
Y así, desde hace generaciones, en la Villa de Zaachila se murmura que en San José, cuando la lluvia moja la tierra y el viento sopla entre los corredores, todavía puede escucharse el eco de esa cadena arrastrándose. Al amanecer, dicen los más viejos, se encontraban las huellas profundas y hundidas en el lodo, prueba de que la leyenda no era solo un cuento, sino un oscuro secreto que el pueblo prefiere olvidar.
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