16/10/2025
“Las Brujas del cerrito”
Leyenda antigua de la Villa de Zaachila
Cuentan los abuelos que, en las noches sin luna, cuando el viento baja desde el cerrito y silba entre los tejados de barro, en la Villa de Zaachila pueden verse danzando en el cielo unas misteriosas bolas de fuego. No son luciérnagas, ni cometas, ni almas perdidas… dicen que son brujas antiguas que aún rondan los alrededores, guardianas de secretos que sólo la noche conoce.
Una de esas noches, hace muchos años, Mariano, un joven curioso que regresaba tarde del campo, divisó en el cielo sobre el cerrito de Zaachila dos luces encendidas. Flotaban en silencio, como carbones vivos, moviéndose en círculos. Fascinado, dejó su b***o amarrado y subió entre los matorrales para ver mejor.
Cuando se acercó, las luces bajaron lentamente hasta tocar el suelo. Y allí, ante sus ojos, ocurrió lo imposible: las bolas de fuego se deshicieron como brasas en el viento, y de entre el resplandor surgieron dos mujeres envueltas en rebozos negros, con cabelleras largas que brillaban como el cobre al fuego. Sus risas eran agudas, casi como el chillido de los murciélagos.
Mariano, escondido tras una piedra, escuchó cómo una de ellas decía:
—“Ha llegado la hora… la noche es nuestra.”
Las mujeres comenzaron a girar en círculo, murmurando palabras en una lengua antigua, quizá zapoteca antigua, quizá algo más oscuro. Poco a poco, el aire se volvió pesado y una especie de remolino de luz envolvió la colina. Los árboles crujían, los perros del pueblo aullaban y el gallo cantó fuera de tiempo.
Dicen que Mariano quiso correr, pero no pudo: sus pies estaban clavados al suelo, como si la tierra misma lo sujetara. Entonces, la más anciana de las mujeres volteó directamente hacia donde él estaba escondido. Sus ojos brillaban como dos carbones encendidos.
—“Ya te vimos, muchacho…” —susurró.
En ese instante, Mariano perdió el conocimiento. Lo encontraron al amanecer, en medio del cerro, con la ropa chamuscada y el cabello blanco como la ceniza. Desde aquel día nunca volvió a hablar de lo que vio, pero cada noche de cielo despejado subía al tejado a mirar el horizonte. Y más de una vez, los vecinos lo vieron señalar en silencio cuando las bolas de fuego cruzaban el cielo rumbo a la colina.
Hoy en día, los habitantes de Zaachila todavía miran hacia el cerro con respeto. Nadie sale solo después de medianoche, y cuando se ve una bola de fuego, las abuelas aconsejan no señalarla con el dedo, porque “las brujas te miran de vuelta”.
🌿✨ Dicen que las brujas siguen allí, entre la bruma y la historia, cuidando elcerrito sobre la Villa de Zaachila…
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